Malfatti de calabaza con Salsa rosa

Por Bouquetgarni
Los malfatti (del italiano "mal hechos") representan, sin dudas, una manera fácil de acercarnos al mundo de las pastas caseras sin temores y con una cierta tranquilidad, porque son muy simples de preparar - más sencillos que los ñoquis, sus primos hermanos - y deparan una lluvia de elogios asegurados a la hora de llevarlos a la mesa.La versión más tradicional se realiza con ricota y espinacas; sin embargo, pueden prepararse tantas variantes de sabor como se les ocurran. Esta propuesta de calabaza es muy suave y sabrosa; además, combina como los dioses con la Salsa rosa.

Aquí les dejo el listado de ingredientes para realizar esta receta.

¿Nos ponemos a trabajar? Primero, tendrás que asar en el horno 200 gramos de calabaza/anco (sin quitarle la cáscara y sin condimentar) con un hilo de aceite (opcional) hasta que la pulpa quede cocida. De este modo, el puré que se obtendrá será bien seco, evitando que la masa de los malfatti necesite mucha harina.
Una vez cocido, separá la pulpa de la calabaza de su cáscara y hacela puré (puede quedar no muy prolijo, con algunos pequeños tropezones) con un pisa puré o un tenedor.

Entonces, colocá en un bol 500 gramos de ricota magra (descremada). Mezclala con 1 huevo (de campo o pastoril) y condimentala con sal, pimienta y nuez moscada. Además, agregá 2 tazas de queso rallado (o queso en hebras triturado) que equivalen a unos 200-220 gramos

Por último, incorporá 250 gramos de harina 000 y con la ayuda de un cornet (espátula de pastelería/panadería) uní todos los ingredientes. 
Deberá quedar una masa húmeda, pero integrada. 

Espolvoreá harina en la mesa de trabajo y en tus manos para facilitar el armado de los malfatti. Tomá pequeñas porciones de masa y formá con ellas unas bolitas (sin esmerarte demasiado; no es necesario que queden muy prolijas para que puedan hacer honor a su nombre) que dejarás en reposo hasta el momento de cocinarlas. 
Si fuera necesario, añadí algo más de harina extra a la masa, enharinate las manos o rodá los malfatti por algo de harina extra para que no se peguen a tus manos o entre sí.

Mientras el agua para cocinar la pasta alcanza el punto de hervor, prepará por separado salsa de tomates y salsa bechamel a gusto (y a tu gusto). Luego, mezclá ambas salsas para formar una deliciosa Salsa rosa.
Entonces, colocá un piso o base de la salsa en una fuente apta para horno, disponé los malfatti sobre ella una vez que vayan cociéndose y los retires del agua (como los ñoquis). Luego, salseá la pasta por encima y espolvorearla con queso rallado o en hebras. Gratiná en horno fuerte y serví. Verás cómo los comensales quedan tan entusiasmados con el plato que casi no emitirán palabras (porque tendrán la boca llena de tus formidables Malfatti gratinados de calabaza con Salsa rosa Jajajaja).

Algunos consejos y observaciones finales: Si desean hacer una versión de esta receta apta para celíacos, deberán reemplazar la harina común por sémola de arroz, fécula de maíz o harina de mandioca/yuca.
La calabaza puede reemplazarse por puré de zanahorias, batatas/boniatos, remolacha/betabel, espinaca, acelga, coliflor, berros, nueces picadas... 
Recuerden dejar los malfatti más o menos del mismo tamaño para que se cocinen todos al mismo tiempo.

Un antecedente de los ñoquis (del italiano gnocchi "bollito" o "pelotita") fueron los zanzarelli ("pequeños mosquitos") que ya se preparaban en la época del Renacimiento en la región de la Lombardía italiana con una masa realizada a base de miga de pan, almendras trituradas y leche. Fue recién en el siglo XVII cuando este tipo de pasta comenzó a llamarse malfatti, reemplazando las almendras por una masa realizada a base de harina, huevo y agua.
Otra de las versiones que justificaría el nacimiento de los malfatti se refiere ni más ni menos que a Bartolomeo Scappi (famoso cocinero del Renacimiento italiano, quien cocinó para obispos y Papas): Ante algunas sugerencias de la época de utilizar para la realización de los ravioles láminas de pasta de un grosor muy fino -  casi transparentes -  o de sustituirlas directamente por una fina capa delgada de harina, el famoso cocinero concibió los ravioli senza spoglia ("ravioles sin disfraz, sin cobertura") unas bolitas de queso fresco que, además, contaban con el agregado de hierbas aromáticas, canela, azafrán, huevo y azúcar. Según algunos historiadores gastronómicos, ésta habría sido una de las fuentes o inspiraciones probables que llevaran al surgimiento de los malfatti que se convertirían, a su vez, más adelante, en los ñoquis tradicionales.

Con muy pocas complicaciones, ingredientes simples (incluso, distintas opciones como para acceder con facilidad a algunos de ellos) y una pizca de maña (o de autodeterminación) en la cocina, podemos preparar unos deliciosos malfatti que dejarán a todo el mundo conforme, feliz y bien comido (que no es poca cosa, claro está...).

Antes de despedirme, quiero recordarles que el próximo sábado 10 de mayo se celebra el Día Mundial del Comercio Justo, una iniciativa llevada adelante por la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO). Este año el tema central del evento es la gente que está vinculada al comercio justo: los productores y consumidores, ni más ni menos. Por un lado, aquellos pequeños productores que luchan (con herramientas - en el más amplio de los sentidos de la palabra - muy dispares) contra las grandes empresas y conglomerados comerciales, intentando no desaparecer (con la consecuente pérdida de técnicas y procesos artesanales que heredaron, en muchos casos, de las culturas primitivas) y luchando por no perder la identidad, diversidad y sustentabilidad a través de la justicia comercial. Por otro lado, los consumidores que acuden a mercados de productores o mercados artesanales, apoyando este tipo de producción como un cambio real hacia una justicia comercial, con reducción de la pobreza.
Por eso, aprovecho la oportunidad de recordarles que siempre que puedan compren productos regionales, realizados o producidos por artesanos locales (esto, por supuesto, incluye el rubro productos alimenticios) porque, de este modo, se benefician las economías locales, los productores que encuentran un canal justo para comerciar sus productos sin intermediarios y nuestro bolsillo como consumidores conscientes. 
El Comercio Justo es un movimiento social global que promueve otro tipo de comercio, uno basado en el diálogo, la transparencia, el respeto y la equidad. Contribuye al desarrollo sostenible ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de los pequeños productores y trabajadores desfavorecidos...
Ahora sí, me despido: Si llegaron hasta aquí, mil gracias por acompañarme. Espero que les guste mi propuesta y la pongan en práctica la próxima vez que deseen comer pasta casera (sin morir en el intento). Disfruten de la semana, experimenten en la cocina y sean muy felices. ¡Hasta la próxima!