Malísimamente aparcados

Publicado el 05 abril 2014 por Carmentxu

Son majetes estos del PP.  Tranquilidad, no he tenido una sobredosis de telediarios; mantengo mis facultades prácticamente en el mismo estado que cuando empezó todo el cuento. Pero es que hay que reconocer que no hacen nada que no nos gustaría hacer a ninguno de los mortales sin coche oficial ni dietas que asistimos incrédulos a sus ocurrencias. La hilarante anécdota de la fuga de la lideresa Esperanza Aguirre, arrollando en su hazaña la moto de un guardia urbano al que más tarde tuvieron que atender los servicios médicos por un ataque de ansiedad me alegró el día de ayer. ¿Quién no ha deseado hacer alguna vez algo parecido ante el “buenos días” de un agente de la autoridad, que te acaba de pillar in fraganti? Más aún cuando resulta que la moto del agente estaba “malísimamente aparcada”.

Soraya y Botella, haciendo nuevamente gala de falta de visión política, se han apresurado a cargar contra la rubia (más lista, culta y mejor relacionada que ellas), inflamada la vena  de la envidia tan marca España. Y es que no se les pueden echar perlas a los cerdos porque no las valoran. La espantá de la lideresa es una perla cultivada, cultavada eso sí durante años de prepotencia, liberalismo sin fronteras (esa ONG tan suya) y omnipresencia mediática gracias a un control férreo de los contenidos, publicidad y subvención mediante. Su desparpajo, esa campechanería que da el sentirse superior, la ha devuelto a sus momentos de gloria frente al micrófono y la risa floja de Pablo Carbonell en un Caiga quien Caiga mítico, que nos mostraba la desnudez de los políticos en la sobremesa de los domingos. Tras aquellos minutos, una se podía echar una siestecita con la sensación del deber cumplido.

Nuestro deber, entonces y ahora, aunque sea cada día más difícil, es reírnos de ellos. Nuestra risa les descoloca y ríen también para disimular su ignorancia hasta que advierten que quizás, sólo quizás, nos estamos riendo de ellos. Soraya y Botella han perdido así la oportunidad de ganarnos, de hacernos cómplices sentimentales del delito pícaro y las mamandurrias al volante de Aguirre.

En lugar de eso, cargan contra ella y afean y conducta, aplastando esa espontaneidad chuleta. Con lo fácil que hubiera sido defenderla con el corporativismo que lucen, inhabilitar a los agentes celosos de su trabajo. Se hizo con el juez Baltasar Garzón y ahora se pretende también desvirtuar a la judicatura. Entonces, ¿cómo se van a resistir dos agentes a esa autoridad que obstaculizan el camino? Porque, para el PP, todos estamos “malísimamente aparcados”.