Mallorca (9)

Publicado el 13 agosto 2013 por Javier Ruiz Fernández @jaruiz_

Historia de una idea y una vuelta (II)

Desde hace varios meses, aproximadamente desde que dejé de practicar kendō a causa de una hernia de disco que está en tratamiento, hemos acogido una dinámica curiosa. Salimos a pasear por los caminos que conectan los pueblos a través de la Serra de Tramontana: Mancor de la Vall, Moscari, Campanet, Selva, Caimari… Algún día que otro, nos pegamos una excursión hasta el Santuario de Lluc o cogemos alguna guía de senderismo y terminamos inventándonos la mitad de los recorridos.

Alrededores de Caimari

Durante el transcurso, por regla general, yo paseo a nuestra pastor alemán, de la que se ríen las viejas de pueblo alegando que tiene la espalda mal hecha, y Laura pasea se pelea con Argos, uno de nuestros mil leches. A través de la ruta escogida ese día, solemos hablar mucho, porque es la única forma de que mi pareja no se aburra, se canse de caminar y se decida a volver a casa —lo que ocurría más al principio, cabe añadir.

Como me tiene (casi) prohibidos algunos temas: como ética, biotecnología, robótica, creacionismo, determinismo, filosofía en general y videojuegos, historias e ideas de las que le haya hablado más de cien horas esa semana, a veces, tengo que improvisar. Y no siempre soy tan lúcido, fabuloso y soberbio como puede parecer, por lo que antes o después llega la típica pregunta del qué echarás de menos si nos vamos de aquí.

—Yo —le digo— echaré de menos la noche, la noche de verdad. Ver las estrellas en  esa oscuridad que los que vivimos en la ciudad no conocemos, sin tanta contaminación, ni ruido, ni luces.

—El silencio —contesta ella—. Ser dueña de muchos, muchos, muchos momentos de silencio.

—El espacio: no vivir enclaustrado en pisos de sesenta metros.

—Las cuatrocientas noventa y dos playas.

—Trabajar con las manos.

—Los paseos —le digo, cayendo en la cuenta.

—Los paseos —contesta.

—Podemos pasear en Barcelona ciudad —afirmo, casi como una promesa.

Entonces, los dos nos echamos a reír, pero es una carcajada un tanto amarga.