Cuando su barco llega a un pueblo holandés, un marinero llamado Jan (Mathieu Carrière), decide ir en busca de la casa en la cual se crió, solo para encontrar que esta se incendió algunos años atrás. Luego de ver a lo lejos a una mujer que se parece a su hermana, él la sigue al interior de un burdel donde termina perdiendo el conocimiento tras involucrarse en una pelea. Cuando despierta, se entera que está al interior de Malpertuis, un caserón antiguo dominado por su tío Cassavius (Orson Welles), quien se encuentra gravemente enfermo. Antes de morir, Cassavius indica en su testamento que si sus familiares desean obtener su parte de la fortuna familiar, deberán permanecer al interior de la mansión hasta que solo uno de ellos quede vivo.
“Es hermosa, pero es un poco difícil de entender….De alguna manera, me hace pensar en todo tipo de cosas, pero no estoy seguro de que cosas me recuerda exactamente”. De esta forma Kümel describe “Malpertuis”, una cinta tan compleja que incluso resulta complicado describirla. Ya desde la llegada de Jan a su pueblo natal, uno puede percibir la atmósfera onírica que domina al relato. Basta con ver como Jan comienza a perseguir a la mujer que él piensa que es su hermana por las siniestras calles del pequeño pueblo, hasta llegar al colorido y caricaturesco burdel regido por una mujer llamada Bets (Sylvie Vartan), para darnos cuenta que nos enfrentamos a una cinta bastante peculiar. No será hasta que Jan llegue a Malpertuis, que la historia comenzará a tomar forma (aunque la verdad es que uno podría afirmar que la historia nunca llega a ser completamente coherente). Es en aquel oscuro y tenebroso lugar, que Jan conocerá su destino y se enfrentará por última vez con su manipulador y despótico tío, quien controla todo a su alrededor postrado en su cama.
Kümel se demora alrededor de una hora en desarrollar el escenario de la historia, tiempo en el cual es imposible no sentirse atraído por el encanto casi hipnotizador del siniestro castillo gótico. Una vez que los personajes son presentados y encerrados juntos dentro de la mansión, podemos suponer que la trama puede tomar dos caminos; Jan puede dedicarse a explorar Malpertuis con el fin de descubrir el secreto tras los extraños acontecimientos que ocurren al interior del lugar, o podemos esperar a que los personajes comiencen a perder el control, dando paso al esperado baño de sangre. Lamentablemente, Kümel decide perseguir ambos caminos, desarrollando ambas opciones de manera incompleta. Jan comenzará a descubrir algunas pistas, las que al final del día, no tendrán demasiada importancia debido a que no son propiamente explicadas, por lo que en su mayoría carecen de sentido. Por otro lado, si bien en un momento del film la gran mayoría de los personajes terminan volviéndose locos, estos no reaccionan de la manera esperada.
“Malpertuis” es una cinta extraña y única, que apela más a atacar los sentidos del espectador que a contar una historia. Ver esta película es como sumergirse en una tenebrosa pesadilla, la cual es demasiado compleja como para darle una sola interpretación. Cuando los ejecutivos de la United Artist vieron el film, obligaron a Kümel a reducir el metraje de dos horas a una hora y media de duración, por lo que la edición comercial de la cinta presenta algunos problemas de continuidad que la verdad no son demasiado importantes. Pese a sus posibles falencias, “Malpertuis” a mi gusto es una verdadera joya, la cual en más de una ocasión ha sido descrita como una película de terror de culto. La historia presenta pequeñas dosis de violencia, las que se combinan con un poco de gore y algunos elementos sobrenaturales. En definitiva, “Malpertuis” podría ser descrita como un cuento de hadas surrealista de terror, el cual de una forma u otra, logra atrapar al espectador durante todo el transcurso del relato.
por Fantomas.