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El otro día una mamá lanzaba en Twitter una pregunta: ¿Es mejor despedirnos del niño al dejarle en el cole e irnos, o marchar sin que se dé cuenta? Ante la pregunta no lo dudé ni un segundo y le contesté que lo ideal es despedirse.
A esta mamá le aconsejaron en el colegio marcharse disimuladamente ya que así el niñ@ no lo pasaría tan mal y lloraría menos. A mí este consejo me parece absolutamente una burrada y una desconsideración hacia el niño, ya que esto no ayuda al pequeño sino al profesor que se evita un poco de llanto. Pero ¿y el desconcierto del pequeño al ver que su padre o madre de repente ha desaparecido sin decirle nada? ¿volverá o le dejará allí? ¿por qué le han abandonado de esa forma sin siquiera decir hasta luego?
Para nada estoy de acuerdo en ese método. De hecho yo con mi mayor lo pasé muy mal la primera semana de colegio, pues ella ni siquiera conoció lo que es una guardería y esto nos supuso la primera separación real. Mi hija lloraba a moco tendido durante toda la semana, y yo con ella ya que me quedaba con la oreja pegada a la puerta incapaz de moverme de allí al ver su malestar. Pero esto pasa, los niños se adaptan poco a poco, entre más podamos estar con ellos mejor pues esto no impedirá que la adaptación siga su curso. Sólo es esperar un poco a que ese entorno y personas nuevas le resulten familiares y obtenga la confianza para quedarse allí y saber que tú volverás a buscarle. Es una adaptación como su propio nombre indica. Adaptación al nuevo lugar, al profesor, a los compañeros, a las normas de esas horas.. a todo.
No vale la pena hacerles pasar ese mal rato a los pequeños ni conseguiremos absolutamente nada sino el crearles más desconfianza en ese entorno. Seguramente los profesores nos dirán que sólo es cuando ven que nos vamos, que después pasa la mañana estupendamente y que por eso es mejor que no nos vean irnos. Y esto puede ser cierto, pero escuchando unas palabras de Carlos González supe el porqué y es que tiene toda la razón del mundo. ¿Quién se pasa una mañana entera llorando? En algún momento tienen que parar, pero esto no indica que estén conformes, felices y confiados. Simplemente es que no hay lágrimas pero sus sentimientos y emociones siguen siendo las mismas.
Yo personalmente es algo que siempre me negué a hacer a pesar de que también recibí la misma recomendación del profesorado, y que no recomiendo a nadie a hacerlo. Los niños deben ir contentos y seguros al colegio, es la única forma de que confíen en su bieniestar y tengan interés por acudir diariamente. No es necesario crearles una agonía con algo que durará por muchos años en sus vidas.