Hoy me desperté poco después de las 6 de la mañana. Dejé preparando el café mientras fui al baño. Luego, y disfrutando del aroma de la primera taza de café del día, me paré frente a la puerta de mi casa para admirar un rato la naturaleza. Estaba lloviendo. Suspiré aliviada. "Qué rico estar lejos del caos mañanero que se apodera de las carreteras a esta hora", pensé.
Mi vista. Las nubes grises arropan la tierra pero no impiden ver lo hermoso que hay en ella.
De pronto, escucho que mi hijo me llama. El chico se había despertado -quizás por el ruido que hice mientras le daba comida a mis hijos perrunos Fidel y Hugo-. Cuando voy donde él me dice: "Mamá, quédate un ratito conmigo".
Ni modo. Me tocó sacrificarme y sucumbir. Me metí debajo de las sábanas con él. Hay que aprovechar cuando la mañana y el clima se confabulan. Ese ratito fue maravilloso.
Amo mis mañanas. Amo trabajar desde casa.
Cuando regresé a la cama. Adrián con su camisa favorita. ¡No la suelta!