Ya he hablado muchas veces sobre lo políticamente incorrecta que soy como bloguera, no es ningún secreto y seguro que ya os habíais dado cuenta.
Pero de un tiempo a esta parte, además me he dado cuenta de que soy incapaz de seguir el ritmo y que es probable que esto pueda mal interpretarse en el mundo 2.0.
No hablo ya de seguir el ritmo en Twitter (imposible), de actualizar a diario el blog (improbable), ni de compartir contenidos fantásticos a través de Facebook (difícilmente), tampoco de responder a los comentarios de las entradas ( la señora Desbloger ha puesto el dedo en la llaga).
La cosa ha ido a otro nivel:
Me invitan vía mail a eventos interesantes a los que no puedo asistir por problemas de logística, virus de última hora, compromisos 1.0 previos o incompatibilidad de horarios.
A través de Facebook también me llegan invitaciones de cursos, charlas, talleres, eventos, inauguraciones y demás actos a los cuales (no a todos, pero si a muchos de ellos) me encantaría asistir pero que no puedo por los mismo motivos que he mencionado antes, mas el componente económico en algunos de ellos.
Me uno/agregan a grupos en los cuales creo que podría sentirme genial y aportar mi granito de arena, pero en los que apenas participo por que no me da la vida para ello.
Por no hablar de las formaciones on line que me gustaría hacer y que para mi son inalcanzables económicamente hablando en estos momentos.