Esta vez dedico otro artículo a nosotros, papás y mamás, a todos, pero en especial a los que dedicamos las 24h del día a estar con nuestros hijos. A aquellos padres, pero en particular, a aquellas madres que hemos optado (libremente o no) por realizar un parón profesional para dedicarnos a la crianza de nuestros hijos.
Ser mamá o papá es un trabajo de 24 horas al día 7 días a la semana y por tiempo indefinido. Un trabajo que a menudo no es reconocido por nadie ni valorado socialmente. Un trabajo excepcional retribuido con besos y abrazos pero que en ocasiones puede parecer incluso ingrato.
Aunque no siempre es así, hay ocasiones en las que hacer frente diariamente a rabietas, a un niño con intolerante, exigente, mandón, contestón, ... llevar todo el peso de la casa y de la educación de nuestros hijos, tener un bebé de alta demanda (temperamento difícil) o con alguna dificultad, ... puede acabar haciendo mella en nuestro cuerpo.
Sentir que ya no puedes más, porqué no tienes un segundo para ti ni siquiera para ir al baño sola. Sentir que las cosas más básicas te representan un mundo, enfadarte más a menudo de lo que debieras o llorar por cualquier motivo, alzar la voz más de lo que debieras ...
¿Te has sentido así en algún momento últimamente? ¿Te reconoces en alguna de estas frases? Si es así quizás sufres lo que conocemos como el síndrome del cuidador quemado.
El síndrome del burnout no es exclusivo de profesores, enfermeras o personas que cuidan de gente mayor. No, los papás y mamás también sufrimos de burnout o estrés. Y lógicamente no solo las o los que estamos las 24h con ellos.
El estrés es algo muy subjetivo, lo que a una persona le estresa puede no producir la más mínima reacción en otra, así que cada cual tendrá sus propios parámetros y límites ante el estrés. Pero lo que sí es cierto es que la exposición continua al estrés reduce los niveles de una hormona muy importante en nuestro cuerpo, el cortisol, responsable de la regulación de la glucosa y de la respuesta de nuestro cuerpo a la tensión.
El burnout o la sobrecarga de los padres comporta también otros síntomas como:
- Cansancio.
- Irritabilidad.
- Actitud indiferente y negativa.
- Aislamiento social.
- Pérdida de interés por las actividades favoritas.
- Enfermedades frecuentes y dolor crónico.
- Dificultades para concentrarse.
- Cambios en los patrones del sueño.
- Cambios en el apetito y en el peso.
- Sentimientos de desesperación o impotencia.
- Consumo inapropiado de alcohol o medicamentos.
Yo misma, esta semana hablando en la consulta de un doctor (traumatólogo) sobre un dolor en el hombro izquierdo que vengo aguantando desde hace meses me preguntaba "Y a parte de cuidar de tus niños, para ti ... ¿qué haces?, ¿cuánto tiempo dispones para hacer cosas para ti?". - En el momento que escribo este artículo, tengo dos niños: uno de 4 años y otro de 20 meses. Dejé mi profesión para dedicarme a su crianza y hace apenas 10 meses empecé a escribir este blog. A pesar de sentirme muy contenta y orgullosa de todo lo que estoy haciendo, es cierto que en algún momento también siento este tipo de estrés y agotamiento. Sin el tratamiento adecuado, el agotamiento en este tipo de casos puede impedir que las personas afectadas se puedan desenvolver en su día a día del modo como venían haciéndolo antes de llegar a este punto.
Afortunadamente, si padecemos el síndrome de burnout podemos recuperarnos fácilmente y evitarlo si seguimos estas recomendaciones
- Pide ayuda cuando la necesites a familiares, amigos y personas cercanas.
- Consulta al médico siempre que sea necesario.
- Delega los cuidados a tus hijos cuando haga falta. No tengas apuro de llamar a tu madre, tu suegra o hermanos (si los tienes) para que te ayuden, para que se queden con tus hijos durante un rato, ellos estarán encantados de hacerlo.
- Lleva un estilo de vida saludable. Come bien, haz ejercicio y procura seguir una rutina regular de sueño. A pesar de que creas que no tienes tiempo para ir al gimnasio o hacer ejercicio, seguro puedes encontrar un hueco para andar cada día unos minutos, subir y bajar escaleras, ...
- Fomenta tu creatividad: te rejuvenecerá. Búscate un hobbie: la fotografía, la música, la escritura, la costura, la cocina, el bricolaje, el senderismo o la jardinería te permitirán relajarte.
- Introduce pequeños rituales en tu día a día: meditación, una taza de té, leer un libro o charlar cada día un rato con un amigo son algunas buenas ideas.
- Respeta tus límites. Aprende a decir “no”.
- Relájate y ordena tus prioridades. Piensa en tus metas y en las de tu familia, y concédete un tiempo para descansar cada día.