#mamiconcilia, porque somos madres todos los dias (por Isa)

Publicado el 05 mayo 2014 por Imperfectas

Ayer fue el Día de la Madre. Y aunque es un día emotivo y necesario, sobre todo para acordarse de la madre de uno mismo -y no de la de los demás como hacemos a menudo- al día siguiente las que somos madres, seguimos siéndolo. 
Lunes. Suena el despertador a las 7. Ducha rápida, prepara el desayuno, despierta al peque (o a los peques), vístele, desayuna con él para dar ejemplo, prepara tus tuppers y los suyos, sal de casa a toda pastilla, lucha contrareloj para llegar al cole a tiempo, despídele con una sonrisa y reanuda la carrera hacia el metro de camino a tu propio 'cole', tu lugar de trabajo. 
Este es el inicio del día de cualquier madre trabajadora. Llegamos a la oficina con medio día a nuestras espaldas. Agotadas tras el sprint. Pero rendimos igual... o más, que hay que demostrar que esa reducción de jornada no implica una reducción de capacidad de absorción de trabajo, ni una merma de tus habilidades.
Cuando llega la hora de irse, es difícil eludir el sentimiento de culpa (maldito y perenne sentimiento de culpa) por tener que abandonar la oficina antes que los demás. Y si claudicas y te quedas el sentimiento de culpa es por lo contrario, por desatender a tu vástago poniendo en peligro la puntualidad a la hora de recogerle. Al final, acabas llevándote el trabajo en el bolso, en forma de smartphone de última generación, y te ves desde fuera contestando e-mails, gestionando tareas y atendiendo llamadas, mientras tu hijo te dice en el parque: "mamá, mira lo que hago." La pura imagen de la culpabilidad. Otra vez.
Renunciar a una carrera brillante para dedicarte a tus hijos, perderte la evolución día a día de tus pequeños a cambio de seguir ascendiendo o mantenerte en la cima profesional.  ¿de eso se trata?  ¿de elegir y hacer renuncias? A veces, una ni siquiera tiene que tomar la decisión, las circunstancias te empujan hacia un lado u otro, como le ha pasado a Usúe.
Conocí a Usúe hace dos años, en un curso de Social Media, la especialidad a la que me dedico profesionalmente después de ser madre.  Poco después empezó a ser mi jefa, para finalmente convertirse en amiga. No me cabe duda de que es una trabajadora capacitada y exigente. Ahora además es madre, y ha realizado un libro colectivo (con testimonios de 28 mujeres) sobre las dificultades por las que se atraviesa para conciliar vida familiar (o personal) y profesional. Merece la pena leer #mamiconcilia para valorar las experiencias desde una perspectiva real, la de quien las ha vivido.
Ser madre y ser una profesional solvente es duro y agotador, pero no es dífícil, ni tampoco utópico. Conciliar ambas facetas de la vida sería posible con unos mínimos cambios, pero eso sí, cambios profundos y generales. Cambios que afecten al conjunto de la sociedad y no solo a las madres. Porque no se puede competir cuando las reglas no están claras, no se puede jugar si el reglamento no se cumple para todos igual, no se puede luchar en inferioridad de condiciones.
Para que las madres podamos avanzar en el mercado laboral sin prescindir de una maternidad plena y satisfactoria, sin culpas, nuestra sociedad y su concepción del tiempo tienen que evolucionar. Todos necesitamos tiempo fuera del trabajo. No solo las madres. Con jornadas que no impliquen pasar el día entero en la oficina, todos ganaríamos. Todos.