Podría decirse que la primera década del siglo XXI ha supuesto una especie de revolución en la biología de la conservación. Con el rewilding se ha pasado de proteger, gestionar y defender lo que queda a proponer, y en el mejor de los casos intentar, restaurar procesos ecológicos perdidos hace ya mucho tiempo. Claro está que la raya que separa un correcto proyecto (como el europeo) con una insensatez (Norteamérica) es difusa. Pues bien, 2013 supone una nueva vuelta de tuerca a esta nueva tendencia con la difusión del fenómeno conocido como de-extinción, es decir devolver a la vida a animales ya extinguidos.
Embrión de ratón en el que se expresa (en azul) un gen de tilacino.
Como extinción de una especie se conoce al proceso por el cual se produce la desaparición de todos sus miembros. No obstante, merece la pena señalar que existe un tipo especial del proceso: extinción en libertad (EW). Es decir, cuando no queda ni un solo individuo en estado salvaje o, si lo hay, está fuera de su rango natural de distribución. Quedaos con este último dato que se tratará más adelante. Por unanimidad se considera que la extinción puede ser de origen natural o antrópica*, y es en esta última donde entraría en juego la de-extinción. Se habla de devolver a la vida a taxones desaparecidos como la paloma migradora (Ectopistes migratorius), el dodo (Raphus cucullatus), el tilacino (Thylacinus cynocephalus) o al mamut lanudo (Mammuthus primigenius), entre otros, mediante diversas técnicas. Una de las que se baraja es la clonación, básicamente consiste en la retirada del núcleo de un ovocito de una especie X y la posterior introducción del material genético de la especie Y. Por último, una descarga eléctrica fusiona la célula introducida y el citoplasma del ovocito, comenzando posteriormente la división celular. Finalmente el nuevo ovocito es tranferido a un útero de alquiler donde finalizará su desarrollo. Aunque parezca sencilla es una técnica tremendamente complicada y, cuando todo sale bien, la mayoría de los ovocitos insertados son rechazados. Aquí nos encontramos con la primera dificultad de la de-extinción: la mala calidad del material genético conservado. Por ejemplo, en 2002 se recuperó material genético de ejemplares de tilacino conservados en museos, pero estaba tan degradado que era inservible. De todas formas hay que señalar que se logró la expresión del gen “TcyCol2a1″ proveniente del marsupial en embriones de ratones. Aunque tuvieramos un material génico de una calidad exquisita no podemos olvidar la poca cantidad de material genético del que disponemos. ¿Con cuántos ejemplares congelados de mamut lanudo contamos? Según la versión española de la Wikipedia son ocho, muy lejos de los supuestos 500-1000 individuos necesarios para crear población mínima viable, y eso sin tener en cuenta problemas de endogamia y de variabilidad genética, en vertebrados terrestres.
¿Será posible clonar al dodo? ¿Y si se logra que hacemos con él: zoo o liberación?
No toda la problemática referente a la de-extinción es de carácter técnico, la biología de las especies extintas la desconocemos por completo: seguramente habrán diferencias en el periodo de gestación entre la especie a resucitar y la incubadora, no sabremos si la hembra receptora podría nutrir con los nutrientes necesarios a un embrión de la especie a clonar, etc. Incluso se me ocurre otra más de índole ético, muchas de las especies receptoras propuestas están actualmente muy amenazadas [caso del elefante asiático (Elephas maximus) con el mamut o el del diablo de Tasmania (Sarcophilus harrisii) con el tilacino], por lo que carece de sentido invertir todo un ciclo reproductivo en estas tareas. Y luego están temas relacionados con el comportamiento, si el objetivo último es la reintroducción de éstos en el medio natural, que primero se debería comprobar que aún existir zonas idóneas para estas especies, es cómo prepararlos para la vida salvaje. Siguiendo con los dos ejemplos anteriores, y sin considerar el hecho de que desconocemos por completo la etología de las especies extinguidas, el ecosistema de un elefante asiático ni siquiera se parece remotamente al de los mamuts y la ecología trófica del diablo de Tasmania es totalmente distinta del tilacino, básicamente carroñero el primero y cazador activo el segundo.
Ejemplar congelado de mamut.
Otra técnica propuesta para la resurrección de especies extinguidas es la llamada selección artificial, es decir, la creación de un programa de cruzamientos de ejemplares que muestren los rasgos de un tipo de animal extinguido. Esta metodología no es nueva, a principios del siglo XX los hermanos Heck la pusieron en práctica para la recuperación del uro. El resultado fue tildado como “el mayor fraude científico del siglo XXI”. Aunque en apariencia sea similar al uro, en realidad el toro de Heck es más pequeño y totalmente dócil. De todas formas, el hecho de poder utilizar la selección artificial implica que la especie que queremos recrear sigue viva, aunque en una variedad doméstica, y esto se aplica tanto al ya citado uro como al tarpán (caballo salvaje). En efecto, hasta hace bien poco tanto el caballo como el toro formaban parte de los procesos ecológicos, solo que el control poblacional recaía exclusivamente en el hombre. En este sentido, el programa Europe Rewilding es mucho más práctico y, a mi parecer, sensato, tanto desde un punto de vista genético y evolutivo, como económico. Soltemos razas consideradas primitivas y dejemos que la selección natural actúe. Por cierto, los caballos de retuerta liberados en Campos de Azava, de lo que en su momento nos habló Señor Belizón, ya se han reproducido. Un proceso similar pasó con el muflón (Ovis aries): extinción en Europa continental, supervivencia de ejemplares domesticados en Córcega y otras islas mediterráneas, asilvestramiento de éstas e importación al continente con fines cinegéticos, como resultado, hoy en día es una especie ampliamente distribuida en la Península Ibérica.
El toro de Heck, intento de reconstrucción fenotípica del extinto uro. Externamente se le parece, pero no en su carácter.
Desde un punto de vista ético el asunto de la de-extinción se hace aún más peliagudo. En una situación de creciente escasez de recursos económicos no tiene sentido invertir en algo cuyo proceso es reversible. Es más temo que si la técnica sale adelante los esfuerzos por la conservación de las especies carezcan, al menos entre políticos y población en general, de sentido. Vagamente me recordaría a las medidas compensatorias propuestas en los proyectos de evaluación ambiental. Esto de resucitar especies no es como el traslado piedra a piedra de un castillo medieval afectado por la zona de influencia de una autovía. Si bien el patrimonio histórico puede ser reconstruido no así el patrimonio natural, una especie desaparece para siempre.
A nivel legislativo la cosa se complica aún más. Legalmente son especies extinguidas, habría que ver si el nacimiento de un solo individuo puede hacer que el taxón cambie a una categoría de sólo amenaza. Es más, la UICN marca unas pautas, eso sí no vinculantes, a seguir a la hora de reintroducir una especie en el medio natural. Una de ellas establece la eliminación de aquellos factores que provocaron la desaparición de la población original. ¿Fue el ser humano o el cambio climático quién provocó la extinción de la megafauna del Cuaternario? Está claro que algunas especies propuestas para resucitar fueron exterminadas sin contemplaciones, pero con otras no está tan claro. Es tal la incertidumbre existente sobre su desaparición que desconocemos si habría hábitat disponible para los mismos. Existe una reserva natural rusa en el noreste de Siberia cuyo objetivo es la reconstrucción las estepas herbáceas subárticas que florecieron durante la última Edad de Hielo, para ello se han reintroducido especies actuales que habitaron el área. Se comenta que si llegara el caso de la clonación de mamuts o rinocerontes lanudos (Coelodonta antiquitatis) esta zona sería perfecta para su liberación. Si esto sucediera las consecuencias serían imprevisibles, desde aberraciones etológicas de los propios taxones hasta, en el caso más apocalíptico, la posible introducción de posibles patógenos. Se me ocurre una función mucho más interesante y necesaria para el Parque Pleistocénico siberiano: la introducción de los críticamente amenazados tigre siberiano (Panthera tigris altaica) y antílope saiga (Saiga tatarica).
El bucardo, subespecie de cabra montés del Pirineo extinto en enero 2000, es hasta la fecha el único animal extinguido que ha sido devuelto a la vida. Eso sí de forma muy momentánea, sólo unos minutos
Devolver a la vida a especies tan espectaculares como el mamut o el tilacino sería una auténtica pasada, económicamente tendría un potencial para el turismo de naturaleza sólo equiparable a los safaris africanos por lo que se amortizaría fácilmente, pero tengamos en cuenta que a día de hoy es una entelequia, aún no disponemos de la tecnología necesaria. No nos dejemos engañar, estamos perdiendo biodiversidad a una velocidad apabullante, si no somos capaces de proteger lo que nos queda no tiene sentido devolver a la vida lo que ya se perdió. Otra cosa más, ¿por qué no practicar las técnicas de clonación de la de-extinción con los taxones extinguidos en libertad? Técnicamente sería más sencillo y en la práctica sería devolver el papel ecológico de algo desaparecido, además de que candidatos no faltan, como el cuervo hawaiano (Corvus hawaiiensis). ¿Y por qué no con los críticamente amenazados? La respuesta es sencilla, vende muchísimo más intentar clonar un mamut en vez de una tortuga de Swinhoe (Rafetus swinhoei), de la cual sólo quedan 3 ejemplares, 2 en cautividad. Si a los partidarios de la de-extinción tanto les preocupa la conservación que quieren recuperar especies desaparecidas, de nuevo pecan de un fenómeno que suelo llamar como partidismo tetrápodo. Todas las especies propuestas son tetrápodos, prevaleciendo seres con plumas y pelos. De nuevo me pregunto por que no proponen devolver a la vida a la langosta de las Montañas Rocosas (Melanoplus spretus), animal que alcanzó las mayores densidades registradas en toda la historia y extinguida a principios del siglo XX por cambios en las técnicas agrícolas. Un caso más dramático que el de la paloma migradora. La respuesta siempre es la misma: dinero, dinero y dinero.
*Hay gente que considera esta distinción un tanto inútil, pues consideran que las acciones del ser humano y sus consecuencias un proceso natural más. Como mínimo, algo de razón tienen en base que el hombre no es un ser sobrenatural.