El caso de Philippe Petit ilustra una de las analogías más fértiles de la cultura moderna: el delincuente como artista y el delito como una de las bellas artes o como arte de altura habría que decir, porque el crimen de Petit, estamos en 1974, en la mañana del 7 de agosto, consiste en haber unido caminando haciendo equilibrio sobre un cable de acero de 60 metros, los techos de las dos Torres Gemelas de Manhattan. Ocho veces va y viene Petit entre la torre norte y la sur a 400 metros de altura, diminuto contra el cielo de verano, dando 45 minutos de espectáculo que la ciudad de Nueva York no olvidará jamás.
El documental de James Marsh reconstruye esa proeza del funambulismo como si fuera un operativo comando, un asalto o incluso, con una extraña clarividencia involuntaria, los atentados que un cuarto de siglo más tarde acabarían con las Torres. Es la historia de una obsesión de años, Petit soñaba con su acto antes incluso de que las torres empezaran a construirse y la crónica de un golpe que involucra meses de organización, cómplices, documentos falsos y kilos de equipamiento metidos clandestinamente en las entrañas del edificio más célebre del planeta.
¿Quién es Petit? ¿Un provocador vanidoso? ¿Un ingenuo? ¿Un surrealista trasnochado? Quizá todo eso al mismo tiempo, comprimido en el cuerpo flaco y fibroso y jovial de uno de esos artistas del hambre que tanto le gustaban a Kafka. Sus dos golpes mas famosos de guerrillero equilibrista habían sido la Catedral de Notre Dame, en París y el Harbour Bridge de Sydney. Con las Torres Gemelas el círculo se cierra y Petit se vuelve una celebridad, es el francés descabellado que desafió todas las leyes americanas para consumar un acto gratuito y soberano: bailar entre las nubes.
Presentación realizada por Alan Pauls en noviembre de 2011 en el ciclo dedicado a los documentales en Primer Plano I.Sat.
Transcripción del siguiente enlace audiovisual: https://www.youtube.com/watch?v=YCh_M7gzaFc