Mientras moría Nelson Mandela el policía franquista Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, y el excapitán de la Guardia Civil, Jesús Muñecas, se negaban ante la Audiencia Nacional a ser extraditados a Argentina, como solicita una juez de Buenos Aires que quiere juzgar los crímenes de la dictadura española.
Demanda que es lo contrario de lo que hizo Mandela, perseguido, torturado y encerrado 27 años en una prisión, que tras llegar al poder no exigió juzgar a sus opresores.
Y el caso del maltratador, acusado de torturador, Billy el Niño, que ya hace unos 35 años tuvo que dejar la policía, permite recordar que Mandela quería que negros y blancos vivieran en paz, víctimas y victimarios.
El liberador del ochenta por ciento negro de los casi cincuenta millones de surafricanos evocó la reconciliación de las dos Españas plasmada en la Constitución de 1978 como un ejemplo para la de Suráfrica a partir de 1990, tras su liberación.
En su día el caso español, además del bloqueo internacional, inspiró también a Frederik de Klerk, el último presidente de los supremacistas blancos, para facilitar su relevo por Madiba, título de Mandela como patriarca tribal.
La España todavía orgullosa de su Transición y de su Constitución le concedió en 1992 a ambos surafricanos el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional, y en 1993 recibieron el Nobel de la Paz.
Dos años después de la muerte de Franco en España se había aprobado una Ley de Amnistía que liberó a terroristas y perdonó a represores, como Billy el Niño.
Mandela la recordó específicamente en varias ocasiones para justificar que él no quisiera perseguir a sus maltratadores y torturadores.
La juez argentina quiere volver fresca la sangre seca, reavivar los odios del franquismo, como pretendieron Garzón y Zapatero: tres anti-Mandela.
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SALAS