Transcripción realizada del siguiente link audiovisual: https://vimeo.com/11503198
Hace ya más de treinta años Woody Allen filmó Annie Hall encontró en las calles de Nueva York el gran decorado fetiche que atravesaría toda su filmografía y modernizó cierta idea de la ciudad que alguna vez había brillado en el cine clásico de Hollywood: la idea de que Manhattan no es un escenario de comedia posible (uno más, uno entre otros) sino más bien su sinónimo, su esencia, su más perfecta cristalización.Quince años después de Annie Hall, Allen vuelve a la carga con su teoría y filma Manhattan Murder Mistery, su retorno a la comedia luego de las densidades conyugales de maridos y esposas. Una comedia de madurez sobre parejas maduras en busca de aventuras. Manhattan Murder Mistery es la versión liviana y zumbona de un clásico del cine conyugal policial: La ventana indiscreta de Hitchcock.Un poco por azar, un poco por malicia neyorkina Allen y Diane Keaton 8la misma pareja de Annie Hall9 salen tras un puñado de pistas sospechosas, se inmiscuyen en la vida de una pareja de vecinos y van detectando (detectives improvisados) la verdad de la vida de los otros y la de la propia. Como toda comedia de intriga, de pequeñas diferencias, de intercambios económicos y eróticos, sería difícil imaginar a Manhattan Murder Mistery en otra ciudad que Nueva York. Como buen cajón de sastre, la ley de Manhattan es la ley de la contigüidad: todo está al lado de todo, como separado por una pared delgadísima.Pero si Woody Allen es un maestro de la comedia es porque no se conforma con filmar bien, con perspicacia y con sensibilidad cada uno de los mundos que coexisten en una misma ciudad. Lo que más le interesa, en realidad, es la indiscreción, la gran fuerza cómica y social de Manhattan Murder Mistery, el impulso transgresivo que empuja a los personajes a cruzar la pared, a pasar de un mundo a otro, a darse cuenta de que el universo conocido puede convertirse en otro (irreconocible, peligroso, apasionante) en un abrir y cerrar de ojos.