MANI / Manes (216-274 d.C.) - Profeta fundador del maniqueísmo. Pertenecía a una familia noble, ya que tanto el padre, Patek o Patekios, como la madre, Myriam, estaban emparentados con la dinastía arsácida que reinaba en Persia.
Su propia familia (originaria de Mardinu, en el norte de Babilonia) sufría la crisis espiritual propia de la época. Patek se estableció en Seleucia-Ctesifonte (capital del Imperio); allí, en la Casa de las imágenes divinas, escuchó por tres veces una misteriosa voz que le invitaba a renunciar al vino, a la carne y a las mujeres, tras lo cual se retiró a las zonas pantanosas de Ba-
bilonia, donde se unió a la secta de los bautistas (quizá un movimiento judeo-cristiano). Esta conversión pudo haber influido notablemente en su hijo Mani.
A los doce años (228-229) recibió la visita de un ángel (at-Ta’um), quien le probó ser su doble celestial; este gemelo es el Paráclito, que en nombre de Dios (rey del Paraíso de las Luces) educará al profeta y le preparará para su misión. A partir de entonces tuvo algunas visiones en las que se veía a sí mismo. Bien instruido, entró al servicio del rey Ardashir I.
En abril del 240 (con 24 años) el ángel se le apareció de nuevo para iniciarle en su carrera como Apóstol de la Luz. El Señor le envía a salir del silencio, a anunciar la verdad y a proclamar públicamente las enseñanzas recibidas (quizá de tipo gnóstico). Mani comunica a sus padres la visión que el ángel le ha enviado y les convierte a la fe.
Un año después, cuando Persia y Roma intensificaban la guerra, viajó a la India, de donde regresaría hacia el 243, fecha en la que el rey Sapor I (fundador de la dinastía sasánida) sucedía a su padre Ardashir.
Predicó desde entonces en Persia y en el país de los partos contando con el apoyo del rey. En Babilonia operó su primera gran conversión: el hermano de Sapor, Mihrsah, no cree en la predicación del Apóstol ni en la existencia del Paraíso de la Luz que éste promete, pero Mani, gracias a su poder milagroso, le hace aparecer ante sus ojos el Paraíso, con sus dioses, el soplo inmortal de la vida y un maravilloso jardín. El príncipe, que cayó a tierra inconsciente, pasó a ser uno de sus primeros fieles.
En la primera de las tres ocasiones en que el rey conversó con Mani (abril del 243) recibió de éste un escrito, el Sahpuhrogan («Escrito dedicado a Sapor»), cuya lectura le impresionó. Sapor le autorizó a predicar libremente por el Imperio y a acompañarle en sus campañas, llegando a ser una persona influyente en la corte.
Siempre protegido por el monarca, Mani escribió una amplia obra (Escrituras maniqueas) y fundó una iglesia; muchos de sus discípulos dieron a conocer su doctrina en ciudades del Oriente y Occidente.
Muerto Sapor (272), le sucedió uno de sus hijos, Bahram I (273-276). Bajo este nuevo reinado, Mobed Kartir asumió enormes poderes. Se le considera fundador de la Iglesia nacional sasánida, maestro de ceremonias, señor del templo del fuego de Anahita y jefe del templo de la ciudad de Istar. Algunos autores le atribuyen el intento de hacer del zoroastrismo la única religión autorizada del Imperio. El renacimiento del culto zoroástrico vino favorecido por las instancias oficiales así como por la fusión de dos clases sacerdotales rivales: la de los magos (con sede en Siz, en la Media) y la de los herbad (Persia). Fruto de esta fusión será el renacimiento de la iglesia estatal zoroástrica y la redacción canónica del Avesta. Bajo el mandato de Kartir, los magos persas comenzaron a hacerse más fanáticos e intolerantes, persiguiendo a los heréticos (maniqueos) y a los adeptos de otras religiones (cristianos).
En enero del 276, por orden de Bahram, Mani fue encarcelado en la ciudad de Gundesapur (Susiana). Los maniqueos fueron acusados de apartar a los súbditos de la religión oficial y ser incapaces de hacer algo provechoso. El profeta se defendió ante el rey, inútilmente, recordando los muchos milagros realizados y el bien hecho a la familia real; el fragmento de un manuscrito del Turquestán oriental pone en boca del profeta las siguientes palabras dirigidas al monarca:
No os he hecho nada malo. Siempre he hecho buenos servicios a vos y vuestra familia. Y es grande el número de servidores vuestros que he librado de demonios y falsos espíritus. Grande es el número de los que he levantado de su enfermedad. Y grande es el número de los que he redimido de toda clase de fiebres y enfermedades. Y grande es también el número de los que murieron y he vuelto de nuevo a la vida (H. H. Osten, El mundo de los persas, Madrid, 1965, p. 125).
Mani murió, semanas después, muy debilitado tras varios días de tortura (en la cárcel llevaba tres cadenas en las manos, tres en los pies y una en el cuello que le impedían todo movimiento y le causaban atroces dolores). La pasión —que los maniqueos designaron con el término cristiano de «crucifixión» — se prolongó casi un mes. Tras ser decapitado, su cabeza fue expuesta en una de las puertas de la ciudad. El resto del cuerpo fue sepultado por sus discípulos en la ciudad de Ctesifonte.
Hoy día Mani es visto como un profeta, inteligente y cultivado (músico, matemático, pintor, astrónomo, médico), que intentó conciliar Oriente y Occidente. En su doctrina no faltan elementos de la moral búdica, del culto mitraico e incluso de procedencia cristiana. En el llamado Evangelio de la infancia se cuenta que sus primeros años estuvieron marcados por las enseñanzas gnósticas.
Tras su muerte el rey Bahram ordenó una dura represión del movimiento si bien no logró impedir su progreso, que culminaría en los siglos siguientes.
SANTIAGO MONTERO
“Diccionario de adivinos, magos y oraculos y astrólogos de la Antigüedad”
fuente: https://issuu.com/mazzymazzy/docs/235572305-montero-santiago-dicciona