No dudo de la importancia la aprobación de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948. Sí dudo, al menos en este momento tan complejo que estamos viviendo, del nivel de compromiso de muchos países en la defensa de estos derechos humanos tan reivindicados, tan mentados y también tan olvidados.
Términos como "daños colaterales", ocupación ilegítima de territorios, injerencias "humanitarias" contra la soberanía de otros países, violación de los derechos más básicos como pueden ser el derecho a la alimentación, torturas, malos tratos y un larguísimo etcétera, es moneda común y tiñen de oscuro este aniversario.
Ni que decir del derecho a la libertad de expresión, derecho que ha retrocedido considerablemente en los últimos meses según han denunciado varias organizaciones.
Por eso, el balance de esta última y larga etapa es bastante negativo: regímenes injustos, totalitarios, dictatoriales, oligárquicos, democráticos de cara a la galería... regímenes en los que millones de personas están reducidos a una durísima "supervivencia" no pueden, insisto, hacernos ser optimistas. Por eso digo que hoy no parece que haya muchos motivos para celebraciones.
Recomendarles quizás un libro, recientemente editado por la Editorial Barataria: "Manifiesto de derechos humanos". Interesante reflexión de varias voces que sustentan que "la condición fundamental de los seres humanos para vivir en sociedad es que esté cubierto el derecho básico de la existencia material de todos sus miembros y que los demás derechos, junto con el de la dignidad humana, derivan de éste".