El programa del movimiento de la generación del Centenario estaba contenido en el Manifiesto de los revolucionarios del Moncada a la Nación, que como la cinta del último discurso de Chibás, no pudo ser transmitido al pueblo. Se trata de un documento de recuento y declaración de principios, de extraordinaria importancia histórica ya que sus enunciados son un avance de lo que seis años después la Revolución triunfante hizo realidad y luego profundizaría.
Era la primera vez que se esbozaba, siquiera en forma embrionaria, el pensamiento de la Revolución Cubana, hoy victoriosa. El estupendo contenido patriótico del manifiesto fue ocultado exprofeso por los personeros del régimen que desgobernaba, temerosos de que la pureza y la fuerza de los conceptos que precisaba, basado en el ideario martiano, pudiera prender, popularizarse en el pueblo, ávido de una Patria con decisiones propias.
Preconizaba el Manifiesto del Moncada a la Nación, que había sido redacta o por Raúl Gómez García:
En la vergüenza de los hombres de Cuba está el triunfo de la Revolución Cubana. La Revolución de Céspedes, de Agramonte, de Maceo y de Martí, de Mella y de Guiteras, de Trejo y de Chibás, la verdadera Revolución que no ha terminado todavía. Por la dignidad y el decoro de los hombres de Cuba, la Revolución triunfará.
El Centenario martiano culmina un ciclo histórico que ha marcado el progreso y el retroceso paulatino en los órdenes político y moral de la República. La lucha sangrienta y viril por la libertad e independencia; la contienda cívica entre los cubanos para alcanzar la estabilidad política y económica; el proceso funesto de las intervenciones extranjeras; las dictaduras, la lucha incansable de los héroes y mártires por hacer una Cuba mejor. Alboreaba en la vida cubana el propósito de encontrar el camino verdadero; estaba la conciencia ciudadana en estado de dar su mejor fruto, conquistada por el sacrificio de la vida de uno de sus más preclaros próceres y por el mandato de su voz admonitoria; cuando, al mando del más ambicioso de los cubanos, una ridícula minoría se apoderó del país derrochando falaces promesas y mentirosa propaganda. El propósito era hacer creer al pueblo sano que aquel golpe traicionero al corazón de las instituciones, era capaz de engendrar el progreso social, la paz y el trabajo.
Al collar de sangre e ignominia, de lujuria desmedida y de atraco al Tesoro Nacional que estaba atado al nombre del nuevo gobernante, se le unía una larga cadena de atentados contra Cuba: institución del golpe de Estado para asegurar regímenes de fuerza, soborno del Congreso y de los Presidentes títeres, violación del fuero del Poder Judicial, imposición de castas y privilegios, disolución del Congreso, nombramientos ilegítimos de personeros en el poder, destitución de concejales y alcaldes, atropello y abuso de la persona física de ciudadanos pacíficos y colocación de una bandera sin gloria al lado de la bandera más gloriosa.
El presente re editó con creces, al poco tiempo del golpe traidor, las calamidades, la angustia, el desalojo y el hambre, que es signo inequívoco del ambicioso jefe de gobierno y sus acólitos principales.
La paralización en seco del ansia popular por el abuso de la fuerza, trajo como consecuencia la más grave situación engendrada por un suceso político cubano en todas las épocas: merma de la producción industrial con disgusto de obreros o expulsión de sus centros de trabajo; persecución y encarcelamiento de estudiantes por la protesta cívica contra el régimen; aislamiento y división de los partidos políticos; desaparición del dinero de la calle; huida del temeroso capital; presos los que se atrevieron a protestar públicamente por el atropello de la República; disolución del Congreso y muerte de la Constitución y sus derechos. Sobre la con-ciencia del autor de todo esto cae el desprecio de los hombres libres y el filo de la espada de la justicia.
Ante el cuadro patético y doloroso de la República bajo la voluntad caprichosa de un solo hombre, se levanta el espíritu nacional desde lo más recóndito del alma de los hombres dignos. Se levanta la vergüenza inquebrantable del pueblo cubano en la decisión unánime de reconquistar su Constitución, sus libertades esenciales y sus derechos inalienables, pisoteados sin tregua por la usurpación traicionera.
Ante el caos en que ha sumido a la Nación el empeño del tirano y el interés despiadado de hombres que lo secundan, la juventud cubana, que ama la libertad y el decoro de los hombres libres, se alza en un gesto de rebeldía inmortal, rompiendo el pacto insano con la corrupción del pasado y con el presente de duelo y decepción.
Ante la tragedia de Cuba, contemplada con calma por los líderes políticos, sin honra, se alza en esta hora decisiva, arrogante y potente, la JUVENTUD DEL CENTENARIO, que no mantiene otro interés que no sea el decidido anhelo de honrar con sacrificio y triunfo el sueño ir realizado de Martí.
En nombre de las luchas incansables que han marcado cumbres de gloria en la Historia de Cuba, viene la Revolución nueva, rica en hombres sin tacha, para renovar de una vez y para siempre la situación insoportable a que han llevado al país los ambiciosos y los improvisados y agarrada a las raíces del sentimiento nacional cubano, a la prédica de sus más grandes hombres y abrazada a la bandera de la estrella solitaria, viene a declarar ante el honor y la vergüenza del pueblo:
1 Surgiendo de las capas más genuinas del valor criollo nace la Revolución en el alma del pueblo cubano, con la vanguardia de una juventud anhelante de una Cuba nueva, limpia de pasados errores y de mezquinas ambiciones. Es la Revolución emanada de nuevos hombres y de procedimientos nuevos, preparada con la paciencia, la valentía y la dedicación de los que dedican su vida a un ideal.
2 La Revolución se declara libre de trabas con naciones extranjeras y libre de influencias también y de apetitos de políticos y personales propios. Los hombres que la han organizado y que la representan pactan con la sagrada voluntad del pueblo en conquistar el porvenir que se merece; la Revolución es la decisiva lucha de un pueblo contra todos los que lo han engañado.
3 La Revolución declara que respeta la integridad de los ciudadanos libres y de los hombres de uniforme que no han traicionado al corazón nacional ni le han sometido su bandera gloriosa, ni han abjurado de la Constitución. Saluda en esta hora decisiva a todos los cubanos de vergüenza, donde quiera que estén y abraza en público a los decididos que se cobijen sinceros bajo su arco de triunfo.
4 La Revolución declara su decisión firme de situar a Cuba en el plano de bienestar y prosperidad económica que asegure su rico subsuelo, su situación geográfica, su agricultura diversificada y su industrialización, que han sido explotados por gobiernos legítimos y espúreos, por ambiciosos desmedidos y de interés culpable.
5 La Revolución declara su amor y su confianza en la virtud, en el honor y en el decoro de nuestros hombres, y expresa su intención de utilizar a todos los que de veras valen, en función de esas fuerzas del espíritu, en la tarea regia de la reconstrucción cubana. Estos hombres existen en todos los lugares e instituciones de Cuba, desde el bohío campesino hasta el Cuartel General de las Fuerzas Armadas. No es ésta una Revolución de castas.
6 La Revolución declara su respeto a los obreros y estudiantes como masas acreditadas en la defensa de los derechos legítimos del pueblo a través de toda la historia, les asegura a ellos y a todo el pueblo la implantación de una total y definitiva justicia social basada en el adelanto económico e industrial, bajo un plan sincronizado y perfecto, fruto de laborioso y meditado estudio.
7 La Revolución declara que se reconoce y se asienta en los ideales de Martí, contenidos en sus discursos, en las bases del Partido Revolucionario Cubano y en el Manifiesto de Montecristi; y hace suyos los programas revolucionarios de la Joven Cuba, del ABC Radical y del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo).
8 La Revolución declara su respeto por las naciones libres de América, hermanas que han sabido conquistar al costo de cruentos sacrificios la posición de libertad económica y justicia social que es el índice de nuestro siglo.
9 La Revolución declara su respeto absoluto y reverente por la Constitución que se dio al pueblo en 1940 y la restablece como Código oficial. Declara que la única bandera es la tricolor de la estrella solitaria y la lleva como siempre, gloriosa y firme, al fragor del combate, y que no hay otro himno que el nacional cubano, reconocido en el mundo entero por la estrofa vibrante:
¡Que morir por la Patria es Vivir!
En nombre de los mártires.
En nombre de los derechos sagrados de la Patria.
Por el honor del Centenario.
LA REVOLUCIÓN CUBANA, Julio 23 de 1953.