Manifiesto#11: Perder los papeles

Publicado el 03 mayo 2015 por Miyu Clementine @amy_blue

Mi último manifiesto circa del 23 de diciembre de 2014. Tela.

No hace demasiado tiempo, yo era una persona muy visceral, muy impetuosa, y nada calmada. Actuaba en caliente y no pensaba en las consecuencias de mis acciones, simplemente algo me sentaba mal y tenía que comentarlo. Tenía que pararme a discutir con cada persona (algunas ni siquiera las conocía) y eso no es bueno.

Me llamaron feminazi, radical, me llamaron tantas cosas que ya ni siquiera las recuerdo (quizás porque quería olvidarlas). Antes leía un estado en facebook, un comentario, lo que fuera, y tenía que meterme a debatir, tenía que decir el porqué el feminismo era necesario y el porqué todo el mundo debería de serlo. Ahora ya no lo hago, he decidido que no me apetece evangelizar a nadie, cada persona que crea lo que quiera, porque he llegado a la conclusión de que no puedes llegar a ningún lugar con gente que no tiene nada en la cabeza. A mí me enseñaron a que cuando te diriges a una persona con respeto y humildad, y sin faltarle al respeto, las personas te escucharán y debatirán de forma educada contigo: La realidad es muy distinta. No importa cómo hables, no importa que trates de ser la persona más educada del mundo, nada de eso de importa: Sabes por qué? Porque SIEMPRE habrá alguien que tergiversará tus palabras y se ofenderá, aunque trates de ser justa, aunque trates de ser educada y correcta, la realidad es que muy poca gente es capaz de debatir sin alterarse cuando alguien opina lo contrario a él.

Siempre pensé que la gente me escucharía, pero nadie lo hizo, y nadie lo hace. Tenemos muchas cosas que decir, pero entonces parece que nadie se atreva a decirlas, por las represalias, por si les insultan, por si les dicen algo malo. Al final no podemos decir nuestras opiniones porque QUIZÁS estamos ofendiendo a alguien. A veces, no se falta al respeto insultando, puedes faltar al respeto de mil formas diferentes (y muchas, sin necesidad de recurrir al insulto).

Un día me pregunté a mí misma si valía la pena enfadarme y discutir con gente que no iba a comprender nada de lo que yo dijera, y que además de eso, tergiversaría mis palabras a su conveniencia (probablemente porque no entendían nada de lo que les decía). Un día me di cuenta de que ni siquiera en este blog, ni en mi facebook personal, ni en twitter, no estaba a salvo de haters. Un día me di cuenta de que la gente es gilipollas, y de que el mundo no va a cambiar cuando una persona deja una noticia en la que un hombre ha dado una patada a una mujer en un semáforo, y agrega como comentario: Si en vez de una tía, fuera un tío, nadie se escandalizaría tanto. A veces me pregunto si la gente analiza la mitad de putas mierdas que escribe en sus redes sociales, si de verdad opinan eso, o si simplemente lo escriben para provocar.

He cambiado mucho, muchísimo, y creo que está bien. Estoy harta de las personas que no hacen el esfuerzo de comprender al resto, estoy harta de la gente que no quiere escuchar a los demás, estoy harta de que tú hables con respeto y no te devuelvan ese respeto de vuelta y que tergiversen sus palabras como mejor les convenga. Y estoy muy harta de la gente que decide cebarse contigo porque se aburre un día en su casa, y entonces decide insultarte, sacando de contexto tus frases, y ellos tienen razón: Porque el resto de personas puede ofenderse, pero tú no puedes, y eso va a ser así siempre. A veces pienso que tal vez deberíamos dejar de ser tan políticamente correctos y hablarles como se merecen: Sin ningún respeto, sin tacto, y a ver, porque total la respuesta va a ser la misma, pero entonces me doy cuenta de que yo sí maduré, y ellos no, y de que a fin de cuentas, hiere quien puede; no quien quiere, y una frase ingeniosa y sin ofender puede herir más que cuatro insultos chillando. También a veces, me paro a pensar, y creo que hay que seguir utilizando el respeto como nuestra moneda más valiosa, porque quiero creer, que siempre habrá personas que nos responderán igual de respetuosas que intentamos ser nosotros, y si les hablamos mal, haremos un bucle de terror; y quizás, estamos hablándole mal a gente que no se lo merecía. Pensemos en ello.