Y aunque Thievery, que así se llama este experimento de sensualidad equívoca, sea un hito solitario de apenas tres minutos dentro de un disco que no dura ni cuarenta, pues resulta que le noto alguna cosa que no había notado hacía tiempo.
Pero yo debería hablar de otra cosa, lo sé. Para qué insistir en el tema, pienso. Cartas sobre la mesa, excitación como no recuerdo antes. Lo intentamos de una manera, de otra, quizás haga falta otra treta, apenas 60 horas para comprobar si, ya que nuestros políticos demuestran ser iguales a otros en ciertos aspectos, les da por ser diferentes de otros en valentía, en firmeza, en sentido de la determinación.
En cualquier caso, hay que ir conociéndome. Aún oigo muy a menudo esa maravilla que es el speech inicial de Giorgio en ese disco de Daft Punk que ahora nos parece que es de la prehistoria. Aún me sorprendo oyendo a un tipo hablar del sonido del futuro y cómo el sintetizador estaba agazapado en una pista de la mesa de mezclas, esperando a ser descubierto. Oigo como la música se incorpora por capas bajo sus palabras y como esas cuerdas hacen que la música adquiera una especie de calidez nocturna que no sé llamar de otra forma.Puede que Arca sea el futuro, pero puede que mañana yo diga que ya es el pasado. Ya me iréis conociendo, ya veréis.