Maniqueismo y conflictos internacionales

Publicado el 20 febrero 2014 por Trinitro @trinitro

Uno de los problemas cuando confrontamos conflictos graves que ocurren en lugares que desconocemos es intentar entender los bandos en conflicto. Aunque creamos lo contrario el principal problema, además, no radica en las estrategias de propaganda que siga cada bando, o la ocultación de información que hagan los medios de información o los poderes, sino que está en nosotros mismos.

En los conflictos ambiguos en los que nos hemos movido recientemente: Síria, Ucrania y en muy menor medida Venezuela, podemos ver noticias contrastadas, desvelar la manipulación de imágenes y desnudar algunas de las estrategias de propaganda de cada uno de los bandos.

La identidad y la necesidad empatía hacia uno de los bandos como barrera cognitiva

El principal problema radica en nuestra necesidad de identificarnos con uno de los bandos para poder empatizar con las personas.

Está demostrado que el interés por un conflicto por parte de la opinión pública radica en el grado de empatía con una de las partes. Como caso paradigmático es el de la opinión pública de los USA durante la primera guerra mundial y cómo requirió un esfuerzo enorme de propaganda para que esta se interesara por la gran guerra europea y luego apoyara la intervención en ella.

También está demostrado que la opinión que nos conformamos ante conflictos internacionales dependen de nuestro sentido de la identidad y con que bandos y relatos nos identificamos. Incluso si nos aliamos entre los que rechazan la intervención militar. Este fenómeno de construcción de opinión sobre los conflictos internacionales en base a la propia identidad ocurre incluso entre personas muy jóvenes.

Es a través de la identidad personal que formamos la opinión y elegimos “bando”. Eso ocurre incluso entre los propios implicados en un conflicto. En muchas ocasiones la elección de bando no es tan sencilla y tiene más problemas de los que parece. La distinción de amigo o enemigo es bastante más compleja y al final la construcción de la identidad es la que toma el dominio.

Está también estudiadísimo que para sentir compasión con alguien de otro lugar tenemos que sentir empatía e identificarnos con esa persona, el “psychic numbing” por ejemplo hace que seamos menos solidarios con las catástrofes que afectan a miles que con las que afectan a un puñado de personas.

Casos prácticos ¿Qué nos ocurre con Siria o Ucrania?

En estos dos casos nos cuesta identificarnos con un bando. No sabemos quien es el “más malo”, ni siquiera quien es el mal menor como decía Churchill sobre Stalin (“No voy a mentir diciendo que, si tuviera que elegir entre el comunismo y el nazismo, elegiría el comunismo”).

No conocemos realmente los motivos que llevan a combatir a los sirios entre sí o a los ucranianos a iniciar una rebelión. Pero tampoco entendíamos mucho mejor los motivos que llevaron a croatas a iniciar una guerra de independencia o intervenir en la guerra de Bosnia, y en cambio nos fue mucho más fácil tomar bando (los serbios aparecieron como el bando agresor y los croatas como el agredido, por tanto empatizamos rápidamente con los segundos).

Miramos las imágenes, las manipulaciones de cada bando en el caso siriano, los secuestros y asesinatos de periodistas por parte de los ¿dos? bandos, las turbias relaciones de poder de todas las partes implicadas y las muertes de civiles con cierto estupor. ¿Quién es quien en este conflicto? ¿hay “buenos”? ¿hay al menos “algunos menos malos”?. Buscamos identificar el débil, el que lucha por una causa.

En el caso ucraniano el choque es mayor. Al principio algunos pensamos que era una revolución social de ciudadanos oprimidos por un gobierno filo-ruso, que luchaban por la democracia y que querían unirse a la UE, hasta que vimos que gran parte de los rebeldes son paramilitares fascistas. ¿Quienes son los “buenos”? ¿los neonazis o los opresores filorusos?.

El tener que profundizar en tal nivel de matiz nos mata. De ahí la osadía de algunos de opinar de forma tan beligerante con poca información. La necesidad emocional de poder tomar bando para analizar el conflicto y empatizar con una de las partes domina el análisis racional. Las energías intelectuales, el tiempo que sería necesario dedicar y la dificultad del acceso a fuentes profundas y fiables sobre el conflicto para poder tener una opinión muy fundada hace o que optemos por la indiferencia/prudencia o por el sumarse a uno de los bandos basándonos en indicios poco sólidos.