Mann

Publicado el 05 septiembre 2011 por Anarod
Reemprendo la lectura de un tomo que empecé a frecuentar la pasada primavera, cuando estuve en Asturias varias semanas: el fenomenal volumen que reúne los Cuentos Completos de Thomas Mann, todo un esfuerzo editorial que le debemos a Edhasa.



Entonces, me lancé a leer en primer lugar "Muerte en Venecia". Debía de tener más presente la película que el texto de la nouvelle de Thomas Mann, porque de repente me descubrí a mí misma sorprendida (si no turbada) por la interpretación de la lectura que iba haciendo.
Tan perpleja me quedé inicialmente que achaqué mis "impresiones" a la experiencia reciente: una inmersión intensa y concentrada en las huellas cervantinas (sobre todo quijotescas) en la literatura contemporánea, que es el tema del Máster que imparto en la UB.
Conocía el ensayo de Mann sobre El Quijote y... lo había releído recientemente, para un ensayo nómada. De modo que mis impresiones no eran descabelladas ya que el 19 de mayo de 1934, Thomas Mann emprendía su primer viaje transatlántico (que le llevaría al exilio de la Alemania nazi) y empezaba a redactar su Viaje por mar con Don Quijote, pues lo acompañaban “los cuatros tomitos en tela color naranja” traducidos al alemán por Ludwig Tieck, versión que entusiasmaba a Mann por hallarse, en aquel momento del clasicismo y del romanticismo, la lengua alemana “en su más feliz momento”. El novelista no compartía la muy extendida opinión de que “lo que se lee en un viaje ha de ser lo más ligero y superficial, tonterías que «hagan pasar el tiempo»”. Todo lo contrario, creía Thomas Mann: “Don Quijote es un libro universal; para un viaje universal es lo más adecuado. Fue una aventura audaz escribirlo, y la aventura receptora que significa leerlo es igual a las circunstancias”. El héroe cervantino se le representaba como un espíritu libre, crítico y humanamente muy por encima de su tiempo.

Don Quijote es indudablemente un loco, la obsesión caballeresca le convierte en uno; pero la chaladura anacrónica también es la fuente de una nobleza tan real, de una pureza, de una gracia aristocrática, de una decencia tan atractiva y tan inspiradora de consideración de todas sus maneras, físicas y espirituales, que la carcajada ante su «triste», su grotesca figura, siempre está mezclada de respetoadmirativo, y nadie se encuentra con él sin sentirse atraído incrédulo hacia el hidalgo lamentable y magnífico, trastornado en un punto, pero por lo demás intachable. El espíritu en forma de spleen es el que le anima y ennoblece, el que deja resurgir incólume su dignidad moral de todas las humillaciones:



En fin, que en mayo de 2011 yo tenía más o menos presente este dato que acabo de consignar, pero aún así... No sospechaba el posible calado de la "lectura universal".



Y es que de repente, empecé a ver una corrosiva ironía en torno a Aschenbach y sus primeros momentos en Venecia (su frustrado intento de fuga), con inflexiones de una extrema comicidad, propias del pastiche:
"Día tras día, el dios de las mejillas de fuego guiaba desnudo su ignívoma cuadriga por los espacios del cielo... Bajo la bóveda azul con destellos plateados del éter..." pág. 503); "El exotismo elevaba así los discursos del adolescente a rango de música, un sol desbordante derrochaba sobre él sus resplandores, y la sublime perspectiva del mar daba siempre fondo y relieve a su figura" (Pág. 506).
Y, sobre todo, un feroz sarcasmo (si no parodia cervantina) vertido sobre "el contemplador", especialmente en sus reflexiones sobre el Arte, la Belleza, el Ideal, etc.
Brutales las páginas 507-510 de la edición que manejo, cuando nos cuenta Mann cómo "el senescente artista" le da la bienvenida a la embriaguez, y así "el entusiasmado" Aschenbach rememora (¿remeda?) el Fedro platónico: "Razón de dicha es para el escritor y el pensamiento capaz de transmutarse, todo él, en sentimiento, y el sentimiento capaz de devenir, tofdo él, idea... Y súbitamente lo asaltó un deseo de escribir. Cierto es que, según dicen, Eros ama el ocio, y sólo para él fue creado. Pero, en aquella fase de la crisis, la excitación del aquejado lo impulsaba a producir .... Es sin duda positivo que el mundo sólo conozca la obra bella y no sus orígenes ni las circunstancias que acompañaron su génesis, pues el conocimiento de las fuentes que inspiraron al artista lo confundiría e intimidaría, anulando así los efectos de la excelsitud. ¡Extrañas horas! ¡Fatiga extrañamente enervante! ¡Comercio curiosamente fecundo del espíritu con un cuerpo!"

La cervantina perversidad de Mann para con (el Ideal de) su criatura no cesa, pero sólo citaré una par de líneas más:
"Las olas, cabras retozonas, brincaban insistentemente entre los alisados roquedales de la playa más lejana. Un mundo numinosamnete trastocado, vibrante de vida pánica, envolvía al hechizado Aschenbach, cuyo corazón soñaba tiernas fábulas [...] y creía estar viendo a Jacinto, el joven condenado a morir porque dos dioses lo amaban. Sí, hasta llegó a sentir los dolorosos celos de Céfiro por el rival que olvidaba el oráculo, el arco y la cítara para jugar siempre con el bello mancebo..." (pp. 512-3)

¡Ay! Y yo que me había enamorado de Aschenbach. Mayormente por....



(Pensé en hacer un ensayito y todo, pero doctores (o doctoras) tiene la Universidad)

Bien, automáticamente me puse a leer los primeros (cronológicamente hablando) relatos del volumen -"Visión", "La caída"_ y comprobé la línea de continuidad, que proseguía en piezas mayores como Tonio Kröger. Es fascinante seguir eseanálisis, el de la dualidad apolíneo-dionisíaca, y el ajuste de cuentas que hace Mann respecto a la "herencia cultural" recibida.
Un largo y deslumbrante proceso, que le obliga a desenmascarar a bohemios diletantes y a los antirrealistas ("Tristán" es una pieza espléndida -anticipada ya en otro relato breve: "El payaso", en la que Mann vuelve a la parodia), y le aobliga asimismo a encarar a las grandes figuras del Romaticismo (Goethe, Schiller)... para acotar un territorio propio... cuya singularidad reconoceréis en esta libro espléndido que bien puede acompañarle a uno el verano entero... Y proseguir.