Los nazis hitlerianos fueron derrotados porque el mundo tuvo la suerte de encontrar a hombres de gran entereza, como Winston Churchill, que le dijo al débil Chamberlain: "Se te ofreció poder elegir entre la deshonra y la guerra y elegiste la deshonra, pero también tendrás la guerra". Lo mismo que le ha ocurrido a ese émulo de Chamberlain llamado Mariano Rajoy, que ha aplicado un artículo 155 de algodón y que ni siquiera se atrevió a anular a los mossos de Escuadra, entrenados para ser la fuerza de choque del nazismo catalán, ni a cerrar su santuario de la mentira, el odio y la propaganda mendaz, que es la TV3 catalana. La blandura española frente a las alimañas catalanas fue tan ridícula que hasta se permitió que personas carcomidas por el odio y decididas a destruir la nación pudieran presentarse como candidatas al gobierno.
Pero cuidado porque el único cáncer de España no es el independentismo, sino también la vieja política corrupta, encarnada en el PP y el PSOE, tan culpables como los nazis catalanes de los dramas presentes de Cataluña y España.
Nos guste o no, entre los políticos nazis catalanes y los corruptos españoles están a punto de hundir nuestra nación. Esa "tenaza" de malvados coloca a la nación más vieja de Europa al borde del abismo.
El nacionalismo es una enfermedad que ha llevado al mundo a muchas guerras, entre ellas dos mundiales, a exterminios masivos de pueblos y a grandes desgracias. El nacionalismo envenena a los seres humanos, les reduce la capacidad de discernir e inunda de odio a los pueblos. La Historia nos ha enseñado la lección de que si los demócratas alemanes, en lugar de condescender con los nacionalistas de Hitler hubieran sido duros con ellos, el mundo se habría ahorrado muchos millones de muertos y un océano de dolor y desgracias.
Por eso creo que hay que practicar el boicot profundo contra los nazis de Cataluña, gente que miente, está llena de odio, tergiversa, dice que quiere dialogar pero es falso y sólo quiere hablar sobre independencia si o si, tipejos que violan los derechos humanos básicos, se saltan las leyes democráticas y que no dudarán en matar cuando ellos crean que les conviene hacerlo. Por esas mismas razones, otros gobiernos de España que se enfrentaron a la locura de los catalanes en el pasado, entre ellos la II República en 1934, fueron duros con ellos, empleando hasta los cañones para exterminar la plaga.
Sólo Rajoy, que es un pusilanime, ha querido descubrir la pólvora condescendiendo con las bestias, mientras la bestia líder se dedicaba, desde Bruselas, a realimentar toda la leyenda negra antiespañola y a dinamitar la nación, después de haber violado las leyes y las normas de la democracia y de haber sido perseguido por la Justicia a causa de sus desmanes.
Nuestra experiencia reciente demuestra que únicamente el arma del boicot ha tenido efecto sobre la jauría. Cuando han visto que su ataque a la unidad de España y a las leyes traía como consecuencia la fuga de las empresas, la pérdida de la prosperidad y el riesgo de padecer hambre, sólo entonces han temblado.
Por eso ahora quizás haya que intensificar esa presión popular y emplear a fondo ese arma democrática del pueblo que es el derecho a comprar, a consumir y a depositar su confianza en las instituciones y empresas que les merecen confianza, abandonando a las que coquetean con los perros rabiosos, para lograr que se marchen de Cataluña más empresas, incluyendo las fábricas.
Sólo cuando los nazis vean que el mundo se les cae encima y sus votantes descubran que el voto nazi les lleva a la ruina, el mal catalán puede remitir. La otra opción para enfrentar el cáncer, la de contemporizar y ser blandos con los infectados de odio, es evidente que fracasa.
Pero el problema de España es mucho más grave que el de esa rebelión nacionalista catalana, que ya de por sí puede romper la nación. El problema real es que los perros y las hienas están por todas partes, en el bando de los nacionalistas y en el de los que mandan en España, ambos empeñados en romper la patria, unos con el odio y otros con la corrupción y el abuso.
Si soltaran hoy al Ejército para que cumpla su misión constitucional de defender España, tal vez la milicia no sabría hacia donde apuntar el fusil, si hacia los independentistas que quieren romperla o hacia los políticos españoles corruptos que ya la han roto cien veces desde hace décadas, convirtiendo la casa común en una pocilga y permitiendo, de manera miserable y a cambio de votos, que Cataluña se convierta en un cubil de perros infectados de rabia.
Francisco Rubiales