El PP incluyó la regeneración democrática y rechazó el nombramiento de jueces y magistrados en el programa electoral que le llevó al poder, pero ahora también se olvida de aquella promesa y se reparte el poder, colocando a jueces amigos y domesticados, en el supremo órgano de gobierno de los jueces. Por su parte, el PSOE, incapaz de acordar nada con el gobierno desde una oposición dura e implacable, siempre está dispuesto a alcanzar cualquier apaño si se trata de repartirse poder y privilegios. Izquierda Unida, desde su hipocresía, participa en la orgía antidemocrática y los nacionalistas vascos y catalanes, prescinden momentáneamente de su odio a España para colocar a jueces amigos en la cúspide de la Justicia española.
El espectáculo de los partidos políticos nombrando jueces y magistrados para el CGPJ ha sido denigrante para cualquier ciudadano decente y demócrata. La democracia exige un Poder Judicial independiente y separado del gobierno y de los partidos políticos, pero los políticos españoles violan esa norma con la misma facilidad e indiferencia con que cierran los ojos ante el brutal sufrimiento de los pobres, el imperio de la corrupción y la ola de suicidios provocados por el desempleo, la pobreza y los desahucios.
España está en manos de gente sin grandeza, incapaz de respetar la esencia de una democracia que proclaman sin ponerla en práctica, sin creer en ella y sin ni siquiera conocer sus leyes, sus tabúes y sus normas de funcionamiento.
Hay que ser muy ciego para ignorar que España se parece a una democracia como un perro a un buque de carga y que su sistema político y forma de Estado son los de una vulgar oligocracia de partidos políticos, dominada por élites insaciables, justo lo opuesto a un verdadera democracia, descrita magistralmente por Abrahán Lincoln como "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo".