Curiosidades
Manspreading o despatarre masculino:
En algunos post, como el de la vagina, ya mencioné el problema que tenemos las mujeres con el patriarcado (predominio o mayor autoridad del varón en una sociedad o grupo social) y hoy vuelvo al ataque. Ha sido a raíz de leer una noticia acerca del manspreading (término en inglés) o lo que en español traduciríamos como: despatarre masculino.
Así, por el nombre, quizás no sabes de lo que estoy hablando, pero a medida que vayas leyendo el post te darás cuenta de que es algo que llevas sufriendo desde hace tiempo; sobre todo si utilizas el transporte público con asiduidad.
¿Qué es el manspreading?
El despatarre masculino es la dichosa práctica que llevan acabo algunos hombres de abrirse de piernas cuando van sentados en el transporte público, ocupando el espacio del que tienen al lado (habitualmente mujeres). Este término empezó a utilizarse en internet y enseguida de popularizó, hasta el punto de incluirse en el Oxford English Dictionary en 2015.
Como se trata de una actitud masculina poco respetuosa (porque les suda la polla estar invadiendo es espacio interpersonal del que tienen al lado) y son las mujeres las que se quejan, se ha generado una confrontación entre sexos. Como siempre pasa en estos casos, en lugar de analizar el comportamiento grosero y condenarlo, seas hombre o no, algunos han aprovechado para atacar a las mujeres o incluso justificar los motivos por lo que los hombres se abren de piernas.
Ataques y justificaciones:
Como no hay mejor defensa que un buen ataque, poco después de que empezaran las quejas públicas acerca de este comportamiento masculino, se acuñó otro término, el «Shebagging», el cual hace referencia al espacio que las mujeres ocupan con sus bolsos. Pero supongo que lo de los bolsos no debe ser tan grave o molesto, porque las campañas que se han llevado acabo en algunos transportes públicos, como por ejemplo en el metro de Nueva York o el de Seattle, iban dirigidas al despatarre de los hombres, no a la invasión de los bolsos (mucho menos inofensiva desde mi punto de vista).
Por otro lado, algunos hombres han intentado justificar esta actitud arrogante y machista argumentando que sus testículos no pueden estar sometidos a altas temperaturas o que cerrar las piernas mientras se está sentado es doloroso, por razones fisiológicas. Estas imbecilidades han sido rebatidas por un usuario de twitter (hombre, y por tanto igual de dotado que los susodichos) que les ha dado un «zasca» con mucho humor.
Aquí tenéis el hilo de tweets.
Invasión masculina en otros terrenos:
Todo el mundo se llena la boca defendiendo las víctimas de la violencia machista y el lema de «ni una menos» se ha extendido como la pólvora. Pero no sirve de nada si no atajamos el problema desde su raíz. El machismo está tan incrustado en la sociedad, que hay cosas que se asumen como normales y no los son; por ejemplo el manspreading.
El 8 de marzo, día de la mujer trabajadora, el día escogido para reivindicar el papel de la mujer en la sociedad y hacerla un poco más visible, los tweets de un padre triunfaron en las Redes Sociales. En ellos contaba la queja de su hija: el poco espacio que tienen las chicas para jugar en el patio del colegio, porque los chicos ocupan casi todo el espacio jugando al futbol.
«Eso ha pasado toda la vida» dirán algunos. ¿Y qué? Responderán otros. Pues eso es lo que no puede ser. Que porque ha sucedido toda la vida se acepte y se vea normal. Con esos razonamientos las mujeres todavía no votaríamos o estaríamos relegadas a una vida de ama de casa (que está muy bien, pero sólo si es lo que una quiere hacer, no por obligación).
Yo misma, hace poco, tuve que llamar la atención a un grupo de chavales que se pusieron a jugar con la pelota en el campo que hay delante del colegio de mi hijo. En ese campo juegan todos los niños cuando salen del cole. Es una extensión enorme, donde se pueden disputar partidos de fútbol (normalmente hay más de un partido a la vez) sin molestar a la gente que, como yo, se sienta en el césped a charlar o a tomar el sol (el día que hay). Pero resulta que a esos mocosos se les antojó ponerse a escasos metros de donde estaba yo (y otras personas), porque sí, porque les salió de los huevecillos, por inconsciencia o porque simplemente les importaba un pimiento dar un pelotazo a los que estábamos allí. No se trata de un caso aislado. Lo he visto en muchas ocasiones.
La mala educación no es patrimonio de los hombres, en eso estamos de acuerdo, pero el machismo y la falta de empatía van de la mano.Olga
Cuando recibí el primer pelotazo, de buen rollo, advertí al chico que recogió la pelota que jugar allí no era lo más sensato, y le recordé que había un montón de espacio para hacerlo sin molestar a nadie. Nada, que si quieres arroz Catalina. Oídos sordos y a seguir con el partidito. Al segundo pelotazo ya no les di más opción. Les miré con mi cara de asesina a sueldo y les amenacé diciéndoles que si volvían a tocarme con la pelotita no la verían más. Supongo que mi acento extranjero me dio esa pátina de mafiosa rusa que necesitaba para ahuyentarles; aunque lo único que yo tengo de rusa es el nombre. Al final los mini-machitos valoraron la situación, comentaron la jugada (no la de fútbol), y se largaron a regañadientes con la música (o pelota) a otra parte. Esas actitudes son las que no se pueden permitir. Porque los mismos niños que te tiran la pelota, sin importarles una mierda, de adultos se abren de piernas para ventilar los huevos mientras ocupan tu espacio.
Y hasta aquí el post de hoy. Ahora mismo voy a repantingarme en el sofá, con las piernas despatarradas, a ver si se ventila mi partida de nacimiento y, de paso, ocupo el espacio vital de mi marido. Ja, ja,ja…
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About the Author
Olga
Adicta al chocolate y soñadora. Me dedico a escribir por placer.
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