De aquel trío de sicarios, en realidad cuarteto, fue José Manuel Durao Barroso, entonces Primer Ministro portugués y anfitrión de la Cumbre bélica celebrada en aquellas islas portuguesas en medio del Atlántico, el primero en declararse “engañado”, cuatro años después, con los documentos falsos que se utilizaron para demostrar que Irak poseía armas de destrucción masiva. Reconoció, siendo ya Presidente de la Comisión Europea, que el ataque e invasión a Irak se llevó a cabo con información falsa, basada en un documento de la CIAtrufado de datos erróneos y tergiversados por la Administración Bushpara conseguir el respaldo del Congreso. Un documento que, en cualquier caso, no confirma en ninguna de sus 96 páginas que Irak contara con armas de destrucción masiva, ni que tuviera capacidad para fabricar armas nucleares o albergara programas para el desarrollo de armamento químico o biológico, ni que tuviera relación con la red terrorista Al Qaeda.
Más explícito ha sido, en cambio, el exprimer ministro británico Tony Blair, quien abiertamente ha pedido “perdón por haber manejado informaciones erróneas de los servicios de inteligencia” a la hora de apoyar la invasión iraquí y por no calibrar los efectos de aquel conflicto. En unas recientes declaraciones a la CNN, Blair admite incluso que la invasión de Irak ha influido en el ascenso de los yihadistas en la región y en la aparición del llamado Estado Islámico (ISIS). Considera, no obstante, que el derrocamiento de Sadam Husein ha siso un acierto de la coalición. Bastaría con echar un vistazo al avispero en que se ha convertido aquel país y toda la zona para contradecir al cínico Blair. Pero, también, algo es algo en sus disculpas.
Lo único que puede hacer José María Aznar es mantenella e no enmendalla, disimular dando consejos a quien quiera escucharlos y, como el chiste, intentar persuadir al personal que, de todos los fotografiados en las Azores, él es el único que no lleva el paso cambiado.