Aproximadamente 165 hogares convivenciales y 341 centros de día bonaerenses luchan por no cerrar sus puertas ante el retraso del pago de las becas por parte del gobierno provincial; cómo se ajustan para sobrevivir.
"Tenemos que salir como pulpos a manguear de todos lados", dice con simpatía, pero sin disimular su intranquilidad Daniela Naretto, directora del Hogar Rincón de la Esperanza, de Tigre, al intentar explicar cómo hacen para sobrevivir a pesar de la falta de fondos.
Diferentes hogares y centros de día consultados por Comunidad expresan su preocupación ante el retraso del pago de las becas por parte del gobierno bonaerense, que corresponden a enero, febrero y marzo. A pesar de que las autoridades aseguran que "la situación se está normalizando", los directores de las organizaciones dicen que aún no vieron ni un solo peso y que se encuentran en un punto límite.
Según sus estimaciones, esta situación abarcaría a 165 hogares convivenciales bonaerenses y 341 centros de día que brindan contención a 9838 niños y jóvenes en riesgo social. Los referentes se quejan porque no es la primera vez que se retrasan con el pago y manifiestan que el monto de dinero es insuficiente.
Una casa alejada y rodeada de un gran jardín, en el Tigre, brinda paz y cobijo a 25 personas de 5 a 18 años. Alejados del ruido de la ciudad, los chicos se turnan para usar las bicicletas bajo la mirada atenta de Naretto, directora del Hogar Rincón de la Esperanza, que está sentada en la galería mientras ceba mate.
Sin embargo, la quietud es engañosa, ya que todo en el hogar parecería ser deudas desde que en enero las arcas del gobierno aparentan haberse cerrado para ellos. Naretto -más conocida como Poupée en la institución- recibe otra sentencia por parte del conductor de la camioneta de la institución: rebotó el cheque para pagar este servicio. "Tengo que estar suplicando a la gente que me preste plata y sacando fondos de la galera en vez de estar pensando qué hacer para que los chicos estén mejor", dice Naretto enojada.
El rol principal que cumplen los hogares y centros de día es velar por los derechos de la niñez y la adolescencia que se encuentran vulnerados o en riesgo de serlo. A pesar de que la ley 13.298 de la promoción y protección integral de los derechos de los niños establece que compete al Estado salvaguardar los derechos de los menores de edad, son varias las organizaciones sociales que asumen este rol como un compromiso propio.
A pesar de que desde el Ministerio de Desarrollo Social se busca disminuir progresivamente la tasa de institucionalización -según un informe del Registro Estadístico Unificado de Niñez y Adolescencia (Reuna), en la práctica se muestra que en casos de dramas familiares extremos y acciones de violencia hacia el niño los hogares son los únicos que brindan una respuesta concreta y efectiva para el menor.
Para poder vislumbrar su importancia basta ver un informe del Reuna que demuestra que ante el maltrato físico, el abuso sexual, el abandono u otra problemática asociada con un niño, en seis de cada diez casos se aplica la medida de protección o abrigo en una institución u hogar.
Cerrar sus puertas
Sin embargo, con el retraso de las becas correspondientes, muchas instituciones deben salir y pedir donaciones a la comunidad, y en algunos casos incluso se ven obligadas a cerrar sus puertas. La consigna es clara: hay que ajustar al máximo los números para que cierren. "Para sobrevivir, dejamos de comprar o adquirimos productos de menor calidad, como por ejemplo jabón en polvo y leche. Además, tratamos de evitar el uso del teléfono y, en lo posible, el traslado en transporte", explica Naretto.
Los hogares reciben un monto de 726 pesos por chico asistido, que según un anuncio oficial a fines de febrero, pasaría a ser de 926 pesos por un aumento del 30%. Sin embargo, Gustavo García, presidente de la Red de Hogares de la Provincia de Buenos Aires, dice: "Ese monto es insuficiente y está desactualizado". Según los cálculos de la Red, una institución necesita como mínimo aproximadamente 2500 pesos por niño para sostener la institución. En la ciudad de Buenos Aires, una entidad que cumple con esta misma función recibe 2000 pesos por chico asistido.
"En 2009, fue impactante la cantidad de hogares de la zona que tuvieron que cerrar: de 35 pasamos a ser 25", indica Naretto, que además está preocupada porque este mes los niños comenzaron las clases y tienen necesidad de contar con útiles, guardapolvos y libros, lo que complica aún más la situación. Pero también admite que la institución logra sostenerse gracias a la solidaridad de la comunidad: "Por suerte las donaciones llegan para traer alivio cuando todo parece caerse".
Lo que llama la atención de los directores de los hogares entrevistados es la contradicción por parte del gobierno de derivar a través de los Servicios Zonales a niños en vulneración de sus derechos y, por otro lado, no recibir las becas correspondientes para poder mantenerse económicamente.
En esta misma línea, un informe del Observatorio Social Legislativo (OSL) de 2010, de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, observa con preocupación que "en los diferentes ámbitos tanto del sector público como de la sociedad civil se puede apreciar una debilidad en relacionar economía con derechos de los niños".
Natalia Gradaschi, presidenta de la Comisión de Niñez, Adolescencia, Mujer y Familia de la Cámara de Diputados de la Provincia, dice que el retraso en los pagos no es una situación nueva, ya que esto viene sucediendo hace años. Gradaschi cree que hay un problema de fondo con respecto al financiamiento de la promoción de los derechos del niño, y aclara que cuando presentaron el problema de las becas en una reunión ante la Subsecretaría de Niñez y Adolescencia recibieron como respuesta que "la situación se venía normalizando". Sin embargo, las organizaciones siguen esperando.
Endeudarse
En una casa destartalada de Villa Fiorito, que se mantiene a pulmón gracias a algunas manos solidarias del barrio, un grupo de jóvenes de aproximadamente 16 años no deja de transmitir sus preocupaciones más urgentes en el taller de música de la Casa Joven, que depende de la Fundación Che Pibe. Mientras uno de ellos toca rudimentariamente unos acordes en la guitarra, otro, con una gorra, está sentado junto a una mesa de madera en la cocina, que hace a su vez de lugar de reuniones. "Además de los instrumentos necesitaríamos un espacio propicio para la clase", señala con inocencia.
Los jóvenes desconocen el problema del incumplimiento de las becas por parte del gobierno bonaerense, pero de todos modos lo presienten. Casa Joven es un centro de día que atiende a 70 adolescentes del barrio que, después de la escuela, van a la institución para almorzar, asisten a apoyo escolar y participan en algunos de los talleres de serigrafía, radio o música.
Marcela Val, presidenta de la Fundación Che Pibes, cuenta angustiada: "Desde diciembre no recibimos más plata. A nosotros no nos quedó otra alternativa que endeudarnos. No queremos cerrar las puertas como les pasó a otros centros, pero la verdad es que el mantenimiento del lugar se complica, y cuando se rompe algo ya no hay plata para arreglarlo". La fundación tiene un convenio con el gobierno de 420 pesos por chico, aunque les otorga becas solamente para 25 personas. "El problema no es solamente que no nos pagaron aún las becas de este año, sino que además las cuotas están desactualizadas, no alcanzan y desde el gobierno responden que no va a haber aumento en la cantidad de becas ni en el monto destinado por chico", agrega.
Romina, de 18 años, está sentada junto a la misma mesa, pero concentrada haciendo la tarea de la escuela, ya que este año termina la secundaria. A su lado, su hija de 3 años la observa mientras ella estudia. "No sé qué haríamos sin la fundación, ya que es muy importante para el barrio", sostiene sin soltar los libros.
Desnutrición y paco
Entre las problemáticas de Villa Fiorito, según Val, se encuentran el bajo peso y "que en cada esquina hay un vendedor de paco" que acerca a los niños al delito. No sorprende que en la clase de música, al preguntarles el profesor sobre qué tema les gustaría escribir su primera canción, varios respondan sobre el flagelo de las drogas.
El Hogar Rayuela, de La Plata, es otra de las instituciones que están por cerrar las puertas a causa de la falta de pago de los subsidios. "Yo la verdad vivo con plata prestada -dice Hilda Peñaloza, directora del hogar-. Es muy difícil sostener una institución sin recursos y dependiendo de gente que trabaja ad honórem y de la comida del Banco de Alimentos." Al preguntarle acerca del destino de los 10 chicos de 2 años a 15 años que viven en el Hogar Rayuela, responde con frustración: "La Subsecretaría de Niñez y Adolescencia se tendrá que encargar".
Gustavo García nombra los 6 hogares de La Plata que debieron cerrar sus puertas recientemente por falta de fondos como Arroz con Leche, San Francisco, y se pregunta preocupado: ¿qué alternativa hay para los niños una vez que los hogares cierren? Enojado por el retraso en los pagos, dice con desconfianza: "Hasta que la plata no esté depositada en el banco no creo nada".
Fuente: lanacion.com.ar