No hay dos conciertos iguales aunque se repita programa y músicos. Hay tantas variables en juego que hacen siempre de la música algo único e irrepetible.Si el día anterior en Gijón escribía de emociones y reencuentros, en Oviedo tengo que hacerlo de desde el dolor y la esperanza.Entre los factores que influyen especialmente en el oyente está el recinto y su acústica. El Jovellanos la tiene seca y el escenario es pequeño, razón por la que los músicos se escuchan mejor y están más juntos, arropándose para lograr un empaste siempre agradecido y con mayor precisión en las entradas, pero la sensación del público es de escucharlo todo como con sordina, velado apuntaba yo. En cambio el Auditorio (lo de Palacio de Congresos vino después y habría para contar largo y tendido) está preparado para la música, escucharla en todos los detalles aunque los intérpretes estén alejados y la sensación que tengamos sea de cierto retardo en algunos momentos, pero las mismas obras toman una dimensión que el teatro no tiene, apreciando todo el colorido instrumental en el que los compositores programados tanto se esmeraron.
Elephant Skin (Rueda) resultó más luminosa y más rodada por parte de todos, sin sorpresas para orquesta y director, que volvió a "convencer más que vencer" con unos intérpretes que aún mantenían el sabor ruso del día anterior, por lo que la música del compositor madrileño tuvo una paleta sonora muchísimo más completa y la gama dinámica pareció incluso mayor que en Gijón. Obra que cuanto más la escuchemos más iremos descubriendo y paladeando, con Milanov siempre apostando por composiciones de nuestro tiempo.
Nuevamente GRACIAS GABRIELA.