Manual de los cobardes

Publicado el 12 mayo 2017 por James Nightingale @atracoalpueblo
MANUAL DE LOS COBARDES 
Como ser como Nicolás, Saab, Rosales, Chuo y CHAVEZ.
La cobardía es una rutina. Es un ejercicio repetitivo que muscula, que forja fortaleza en el presente. El cobarde es un enamorado, un enamorado del presente, de las explicaciones, del cálculo, del debate y de la denuncia. Para el cobarde no hay nada más razonable que la estabilidad, no hay nada más justificado que la paz. El gesto del cobarde siempre va encaminado alargar su presente con estabilidad, con rutina y con paz.

El cobarde es un imitador, el cobarde no conoce la innovación, y si la conoce lucha contra ella. El cobarde no tiene imaginación, su rutina le ha creado músculos que dificultan el libre pensamiento y la creación. Después de un comienzo valiente, viene la rutina, viene el tiempo del disfrute, de la relajación, de la paz, de la quietud, es el tiempo de los cobardes. El cobarde existe que por su rutina, si no hay rutina, no hay cobardes. El cobarde ama la repetición, el cobarde evita la libertad que rompe la rutina, el cobarde sabe que la libertad lo envía a empezar una nueva rutina que no desea. El cobarde no es cobarde porque huye, porque retrocede o porque pide clemencia; el cobarde es cobarde porque sabe esconder su cobardía en la gentileza, en la diplomacia, en las promesas, en la corbata y el micrófono. Un cobarde no admite jamás su cobardía, eso lo volvería un valiente.


El cobarde está del lado del represor reprimiendo al débil y del lado del débil denunciando al represor. El cobarde ama debatir y argumentar en contra de un poderoso que no desea enfrentar, el cobarde no quiere salir de su zona de confort, de su micrófono, de sus leyes. Aquel que argumenta con vehemencia contra la opresión tiene más probabilidades de oprimir en un futuro, al valiente que lucha contra ella. 


El cobarde es experto en denuncia, la denuncia tiene la galantería de enfriar la acción en bellos términos. La denuncia es cobarde porque le transmite la acción a un ente superior. El cobarde denuncia porque admite que no puede ejecutar una acción necesaria. El cobarde no conoce la acción, la evita y espera que otro la ejecute. Al cobarde no le sirve la acción, con la denuncia le basta para prometerse justicia.


El cobarde solo ama la rutina que construye su presente. El ser humano solo puede construir una cosa a la vez; el cobarde construye su presente y el valiente construye su futuro. Por eso el cobarde lucha contra la libertad que necesita el valiente para armar su futuro. La lucha del cobarde por su presente, es la lucha contra la libertad que busca el valiente. El cobarde reprime al valiente con sus armas poderosas; la rutina y la paz. El cobarde se le ve discutiendo, argumentando, justificando, explicando, alargando y rutiniando, creando musculo, creando seguidores, creando masas, creando cobardía en el colectivo.


La cobardía de muchos, vuelve valientes a unos pocos. Para encontrar los valientes que merecen el mundo del mañana, hacen falta colar los cobardes. La selección darwiniana del mejor futuro se realiza en un mundo cobarde. Los cobardes, son cobardes porque aman la vida por encima de todo. Los valientes son valientes porque aman la valentía por encima de la vida. La vida rechaza a los cobardes y ama los valientes porque solo ellos pueden hacerla crecer. Los cobardes siempre matan a los valientes pero la vida se encarga de matarlos a ellos.


El cobarde odia la libertad que permite el cambio. El cobarde no quiere cambiar, es anti-evolutivo, es antinatural. La vida es un cambio constante, es espontaneidad, es valentía. Lo que está vivo, lo está porque crece y evoluciona. El cobarde le teme a la evolución, al crecimiento. El cobarde no merece la vida, por eso muere fácil, por eso muere rápido y siempre antes de cumplir su misión. La cobardía no se corrige, se elimina. La cobardía daña la vida. Es como el excremento atrapado en el cuerpo, si no se suelta envenena. Cuando el valiente muere, muere valiente y ya. Cuando el cobarde muere, muere sin concluir, sin finiquitar, sus seguidores cobardes se sienten huérfanos por causa de su rutina esperanzadora. La muerte del cobarde es tan necesaria como la fiebre que mata el virus. La muerte del cobarde es impresionante porque hasta su muerte debe ser popular pero necesaria.


Si la valentía es la primera de todas las cualidades, la cobardía es el peor de todos los defectos. Por eso el cobarde jamás admite su cobardía. Un cobarde es impopular y la popularidad es lo único que busca el cobarde. La popularidad es lo único que prospera cuando se es cobarde, un cobarde no tiene proyectos, un cobarde no tiene visión, un cobarde solo tiene su presente y por supuesto; su rutina popular. En la mente del cobarde solo está el miedo al no ser aceptado, a la frustración social y el rechazo, por eso solo busca la popularidad que alargue su presente y le evite sentirse olvidado.


El cobarde siempre es rechazado porque nadie le perdona la cobardía, hasta sus hijos quieren matarlo para no seguir avergonzando la sangre que llevan. Por eso el cobarde siempre se disfraza de valiente. El cobarde siempre grita para parecer valiente, siempre negocia, siempre acuerda y siempre frena la valentía. El cobarde aparece, acapara, es mediático. El cobarde odia al valiente que con un solo gesto impensado se vuelve popular.


El cobarde nunca actúa, actuar esta fuera de su rutina, actuar es de liberados y los liberados no hacen músculos. Un hombre libre no necesita músculos que lo apoyen, su gesto valiente es su musculo, con su gesto valiente mata al cobarde o lo hace su súbdito. El cobarde siempre será súbdito, siempre será esclavo de alguien. El cobarde al no creer en su futuro vendió su alma a valiente que lo construirá.


El cobarde es popular hasta que llega el valiente. El cobarde sabe acaparar la promesa que reconforta. El valiente con su gesto la cumple y derrumba toda la rutina del cobarde, acaba con todo su rutina, lo deja sin defensa y confundido. El valiente para existir, solo necesita de un gesto valiente, el cobarde necesita su rutina de denuncias, de promesas y de engaños. El cobarde tiene una rutina fundada en un gesto que hizo otro valiente o hasta el mismo. El valiente marcha hacia la inmortalidad, apoyado por el mismo cobarde que cobra por su gesto. El gesto valiente solo tiene un dueño, y el cobarde sueña con adueñarse de él. El destino del cobarde es el olvido, por eso disfruta del presenta alargándolo e imitando un gesto valiente. El cobarde no tiene futuro, no cabe en el mañana, es un estorbo.


El cobarde en su rutina, cree disfrutar de su musculo, de su imperio, de su dinero o de su popularidad. Pero el cobarde no disfruta de nada, el cobarde vive en alerta. El cobarde duerme con un ojo abierto, vive esperando que llegue el valiente para oprimirlo o para obedecerlo. Su amor por el presente pacifico es su obsesión inalcanzable, es un amor no correspondido. Su odio contra el futuro que no puede crear lo obliga a obedecer a otros valientes. El cobarde siempre obedece a alguien, mientras que el valiente no obedece a nadie. El valiente se hace obedecer y siempre son los cobardes quienes obedecen. El cobarde no tiene vida propia, es un desperdicio de oxígeno, es un espacio que se debe recuperar para que nazca otro que decida ser valiente.


El valiente muerto es ejemplo y descansa para que otros ejecuten su gesto. El cobarde muerto debe vivir como sea, como símbolo o como nombre, es una como promesa inconclusa que hay que revivir. La muerte del cobarde es una rutina que crea un musculo que algún dia será derrumbada por un valiente.

Giovanny Xavier Guevara Duque @lucesproject
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