Una marcha no tiene por qué ser una epopeya para tumbar al Gobierno. De hecho, mientras más insistan en buscar eso, menos se les va a dar. Es como cuando te quedas con el teléfono en la mano, observándolo fijamente, porque crees que alguien te va a llamar: terminas empavando la cosa, y la llamada nunca llega. Es perfectamente válido que hagan un mitin normal, con tarima, gigantografías, jingles y toda la parafernalia. Así eran las concentraciones en las campañas de 2004 y 2006 y les iba un gentío. La amenaza de violencia le espanta a la gente que no quiere violencia, que es mayoría, y que la violencia no se dé les espanta a los violentos. No pueden seguir jugando a congregar a ambos grupos, porque se repelen mutuamente y ambos terminan ausentándose.
Las marchas deben dejar de ser “para mandarle un mensaje contundente al Gobierno”. La crisis está empezando a carcomer el liderazgo opositor, ahora que controlan un poder y, en vez de ejercerlo para el bien de todos, insisten con el mensaje de antipoder, como si ellos fueran los chamos del Mayo Francés.
Su gente ya sabe que con ese mensaje buscan agarrar el cambur para luego rumbeárselo. Más bien, aprovechen esos actos de calle para hablarles a su gente, vean si pueden cambiar el mensaje del “Quítate tú…” por otro que dé esperanza y que les haga creer que lo harán mejor en Miraflores que en los espacios de poder que han convertido en pocilgas.
Para mandarle mensajes al Gobierno les sobran canales directos. Entre ellos está la mesa de diálogo que insisten en maltratar. Si en vez de patearla, la trataran con la altura que merece, su gente no les reclamaría por sentarse con el Gobierno. ¡Aprovéchenla! Inviten a los acompañantes que quieran, pidan reuniones tres veces a la semana, en cadena de radio y TV o en privado; como les convenga. La mesa da para mucho más que la agenda violenta que se están dejando imponer. Ustedes saben bien lo que perdieron el año pasado por patearla y hacerles caso a sus radicales.
@letradirectasd