Manuel es un tipo afable, saluda religiosamente a todo el mundo, es el rey de los chistes malos y hace las mejores paellas de toda la oficina.
Manuel tiene 43 años, dos hijos, una mujer que trabaja en otro pueblo y una suegra de la que siempre se queja. Dice que está un poco cansado de lo políticamente correcto, que es que parece que no se puede decir ya nada, pero que él respeta, que eso no se lo pueden afear.
Manuel cree que la familia es lo más importante, y la defiende a capa y espada. La familia, lo que él cree que debe ser una familia, con sus miembros concretos y sus lógicas precisas.
Ana es soltera, tiene el pelo largo y nunca llega tarde. El año pasado pidió las vacaciones en agosto, y por poco se las dan. Manuel montó en cólera, porque ese mes las tiene que coger él, que tiene hijos, y no puede verlos en otro momento del año, que Ana es soltera y que ella puede pedirlas en cualquier momento, porque ella no tiene familia.
Manuel siempre sale tarde del trabajo, cuando ya sus hijos están haciendo las tareas en su casa, porque de esas cosas se encarga su mujer. No los ha bañado nunca en su vida. Los lleva a fútbol una vez a la semana, y los espera bebiendo cuatro cañas. Es un padrazo.
María es insoportable, siempre está con sus consignas políticas, que si los derechos, que si la equidad. Es una feminazi, pero Manuel no se lo dice, porque él respeta. María está casada con Antonio, que es igual de pesado que ella. No tienen hijos, pero hablan de sus gatos, como si eso fuese equiparable a tener niños. Hace un mes, María pidió permiso para acompañar a su madre al médico, que tampoco es tan mayor. No se lo dieron, y a Manuel le pareció bien, porque la empresa no está para caprichos. El hijo de Manuel se cayó al día siguiente en el colegio y él salió a buscarlo, porque su mujer estaba fuera de la ciudad. María preguntó que por qué Manuel podía tener ese privilegio y ella no. Manuel le respondió que no era un privilegio, que los hijos son lo más importante del mundo, que ella no lo entendía. María se enfadó mucho, lo llamó retrógrado, le dijo que sus hijos no valían más que su madre, que su tiempo era igual de importante, le espetó que hay muchos tipos de familia y dio un portazo en su despacho. ¿Ven? Con María no se puede hablar, ella no sabe lo que es ser madre.
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Todos y todas tenemos a un Manuel o Manueles en nuestro entorno.
No seamos como Manuel.