Manuelita Sáenz. La insepulta de Paita

Publicado el 07 mayo 2010 por Daniela @lasdiosas
No hay mujer ecuatoriana que haya estado tan unida a la historia peruana como Manuelita Sáenz, cuyo rol en la historia ha sido ignorado, olvidado, vilipendiado y tergiversado. Es hace unos pocos años que se empieza el reconocimiento del aporte a la liberación de América de esta mujer, que no fue sólo la compañera o amante de Bolívar, sino la Coronela, grado que se ganaría a pedido de Sucre por su valentía y arrojo en la Batalla de Ayacucho, la batalla que sellaría la independencia de América. Manuelita llega al Perú acompañada de su esposo, un inglés que tiene negocios en Lima, 26 años mayor que ella, con quien fue obligada a casarse. Movilizada desde joven por las ideas independentistas, en Lima se involucra con los rebeldes que confabulan por la independencia del Perú y traba amistad con otra ecuatoriana, Rosita Campusano, quien mantiene una relación amorosa con José de San Martín. Participando en las tertulias patriotas, ambas tienen un importante papel en la independencia del Perú, impulsando las ideas de libertad e independencia en la alta sociedad limeña. En 1822, reciben de manos de San Martín la Orden de Caballeresa del Sol, por su enorme colaboración en la lucha patriota.A su regreso al Ecuador, Manuelita conoce a Bolívar, con quien durante 8 años compartiría la vida y las luchas. Mujer indomable, libertaria y liberada de los prejuicios de su época, toma no sólo las armas para luchar por sus ideales, junto a cientos de hombres y mujeres que se enfrentan al yugo español, sino las riendas de su propia vida. Marcha decidida a la campaña en Perú, donde se gana el grado de Teniente de Húsares del Ejército Libertador en 1823, y resueltamente sigue en la avanzada en la Sierra, asunto que preocuparía profundamente a Bolívar, quien no cree que pueda resistir la dureza de las jornadas. “¿Quiere usted probar las desgracias de esta lucha? Vamos. El padecimiento, la angustia, la impotencia numérica y la ausencia de pertrechos hacen del hombre más valeroso un títere de guerra,”2 le escribe Bolívar el 19 de junio desde Huaraz, a lo que ella replica: “Mi amado: las condiciones adversas que se presenten en el camino de la campaña que usted piensa realizar, ni intimidan mi condición de mujer. Por el contrario, yo las reto.”3
En la batalla de Ayacucho, destaca por su valentía y arrojo, atendiendo a los heridos y enfrentándose a tiros con el enemigo. El pedido de Sucre de que se le nombre Coronela no gustaría a Santander, vicepresidente de Colombia de ese entonces, quien se indigna con la petición, pues considera que una mujer no alcanza los méritos suficientes para tener ese grado y que pone en ridículo a los militares. La defensa de Bolívar al pedido de ascenso de Sucre, el vencedor de Ayacucho, le generaría el encono de Santander, pese a lo cual sigue defendiéndola como se aprecia en una misiva enviada al susodicho en 1828: “Como supuesto todos saben que en mi recia personalidad no toleraría jamás una afrenta a mi dignidad, y por esto Manuela no recogerá el fardo asqueroso de la desvergüenza sólo por ser mujer.”4
Entendió Bolívar desde siempre la estirpe de Manuelita, quien no sólo lo amaría sino a quien debería la vida varias veces. El amor de Manuela se dio sin tapujos ni hipocresías, pues ella quien enfrentaba la muerte y la maledicencia por sus acciones independentistas, no tendría tampoco tapujos en defender sus sentimientos.
“Yo sé muy bien que nada puede unirme a él bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Y me cree usted menos honrada por ser mi amante y no mi marido? ¡Ah! Yo no vivo de las preocupaciones sociales inventadas para atormentarse mutuamente. Déjeme usted, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar, pero en la tierra NO,” le escribiría a su esposo Thorne en 1823 como respuesta a su insistencia de volverse a juntar. Y termina diciendo: “Basta de chanzas formalmente y sin reírme y con toda la seriedad, verdad, pureza de una inglesa digo que no me juntaré más con usted. Usted anglicano y yo atea es el más fuerte impedimento religioso, el que estoy amando a otro y no a usted, es el mayor y más fuerte, no ve usted con qué formalidad piensa su invariable amiga. Manuela.”5
Al morir Bolívar, se desencadena el odio de sus enemigos, que cual hienas salvajes se lanzan contra ella, por el temor de lo que su ascendencia en la gente o su inteligencia podría acarrearles; es una amenaza para su permanencia en el poder. La calumnia, el desprecio y el destierro serían su destino. Por órdenes de Santander, la eliminan del ejercito granadino y no podrá volver a su amada Patria por disposición de Rocafuerte, presidente constitucional del Ecuador, quien preocupado también por el grado de ascendencia y poder político de Manuela, la destierra definitivamente.
La acoge Perú, pero no en la Lima en donde ella confabuló años antes, sino en un pequeño pueblito alejado de la capital en donde no significaría mayor peligro. Es que Manuelita genera miedo, tanto porque se sabe de su coraje, de su defensa y protección irrestricta al Libertador, como porque no les tiene miedo y seguramente porque no responde a lo esperado de una mujer en su época, no es domable, ni esconde su vida y sentimientos tras los mantos de la hipocresía propia de su tiempo.
Paita, con sus calles empolvadas, la recibe junto a sus dos fieles criadas durante muchos años. Allí vivió en medio de la pobreza llevada con profunda dignidad y teniendo que trabajar para vivir, según narran los que la conocieron. Allí la visitan Garibaldi, el héroe de Italia, Simón Rodríguez, el maestro del Libertador, Ricardo Palma, tradicionalista y escritor peruano, entre otros. Dice Ricardo Palma sobre esta experiencia: “Desde aquella tarde encontré en Paita un atractivo y nunca fui a tierra sin pasar una horita de sabrosa compañía con doña Manuela Sáenz. Recuerdo también que casi siempre me agasajaba con dulces, hechos por ella misma en un braserito de hierro que hacia colocar cerca del sillón.”6


En Paita viviría Manuelita hasta su muerte en noviembre de 1856 producto de una epidemia de difteria, siendo su cuerpo incinerado como se estilaba en ese entonces en estos casos.


Los intentos de que su figura no pase a la historia o que sólo sea recordada como la amante de Bolívar, o como la descocada o depravada, no prosperaron y hoy vivimos nuevos tiempos en que la figura de Manuelita se eleva en toda su dimensión. Este lunes 3 de mayo, en Paita, como parte de las celebraciones por el Bicentenario de la independencia del Ecuador, inició Manuelita finalmente su camino de regreso a la Patria que la reconoce ahora como la Libertadora, aunque su gran patria, decía ella, es “el continente de la América”. Luego de una ceremonia cívica en este puerto, se inició la caravana que llevará simbólicamente desde Perú a Venezuela sus “restos”, representados en la tierra del pueblo que fue su última morada, en donde, como decía Neruda, estuvo insepulta. Dos urnas inician el camino, la una en honor a la Generala, grado que le dio el presidente Correa en el 2007, en reconocimiento a su lucha, y la otra en honor a Rosalía, la esclava afroecuatoriana que acompañó a Manuelita hasta su muerte.


Recorrerá nuevamente Manuelita Ecuador, su amado país, de sur a norte, soñará nuevamente con la Gran Colombia, volverá su alma a caminar en esa dolorida tierra colombiana donde están aún los nuevos Santanderes, pero también el amor y el dolor de un pueblo que seguro le rendirá tributo, y llegará a Venezuela a acompañar la soledad de Bolívar, como fue su último deseo.
Y seguirá su camino liberador en esta nuestra América, junto a nosotras, hermanadas en el tiempo, acompañándonos en el largo caminar que tenemos las mujeres de ahora, en la patria grande, en la lucha por la equidad, la justicia y contra la sinrazón de la muerte de tantas y tantas mujeres que, como Beti Cariño,7 asesinada vilmente por paramilitares en México, día a día luchan por sus derechos y los de sus pueblos.


Por Rosa Montalvo Reinoso
madamrosa1@gmail.comImagen: Es Manuelita que cruzó las calles cansadas de Lima. La noche de Bogotá, la oscuridad de Guayaquil .El traje negro de CaracasY desde entonces es de día1
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La Ciudad de las Diosas

Notas
1 Pablo Neruda (1961): “La insepulta de Paita”, en Cantos Ceremoniales, Editorial Losada, Buenos Aires
2 “Carta del Libertador a Manuela Sáenz, 9 de junio de 1824”, en Carlos Álvarez Saá (1995): Manuela, sus diarios perdidos y otros papeles, Quito, Imprenta Mariscal, p. 78.
3 “Carta de Manuela Sáenz al Libertador, 16 de junio de 1824”, en Álvarez Saá, ob.cit., p. 79.
4 “Carta de Bolívar al general Santander, 21 de septiembre de 1828”, en Álvarez Saá, ob.cit., p. 137.
5 “Carta de Manuela Sáenz a su marido, octubre de 1823”, en Vicente Lecuna (1957): “Papeles de Manuela Sáenz”, Hojas de Cultura No 77, Bogotá.
6 Ricardo Palma (1896): “La Protectora y la Libertadora, Tradiciones Peruanas, Séptima Serie, edición digital, Alicante, Biblioteca Miguel de Cervantes, 2007, p.166
7 Lideresa indígena Mixteca, Directora del Colectivo CACTUS asesinada por un grupo paramilitar en Oaxaca, México, el 27 de abril del 2010.