En momentos en los que se están haciendo recortes en todo el mundo con el fin de reducir los déficits de los países es importante analizar cómo se gasta el dinero en cada país.
A todos nos gustaría pensar que se gastase más dinero en en salud y educación que en gastos de guerra. Mientras que algunos países lo hacen, el gasto de otros coloca la guerra por encima de los gastos en salud y educación.
Según el Instituto de Investigación de la Paz de Estocolmo, el gasto militar mundial en 2009 se estima que ha llegó a 1,531 billóones de dólares, lo que representó un aumento de un 6% en términos reales desde 2008 y un aumento del 49 % desde 2000.
En España, los gastos en Educación suponen un 11,3% y los gastos militares son del 4,2%
Sin embargo, desde la llegada de la crisis en España han aumentado los gastos militares mientras se recorta en sanidad y educación por la crisis
Si los presupuestos fueran más democráticos y participativos, ¿en qué recortarías o en qué invertirías más?
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Gasto en educación (verde) y gasto en presupuesto militar (rojo) en el mundo.
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Había algo de incomprensible para el mismo Carlos en la larga resistencia de aquella criatura tan imprudente y tan apasionada. No entendía cómo sacrificaba su dicha y reputación al amor para condenar a aquel mismo amor a una eterna lucha. La mayor parte de las mujeres son detenidas por el temor del desconcepto público; pero Catalina, ¿qué podía respetar cuando arrojaba a los pies del ídolo de su culpable amor todo cuanto su sexo aprecia más?
Ignoraba Carlos, al raciocinar así, el poder del orgullo, del grande orgullo que se basta a sí mismo y sólo a sí mismo se respeta. Sí, el orgullo y el amor eran los solos defensores de la condesa. Sabía que su resistencia la engrandecía, y gozábase en comprar aquel heroísmo aparente a costa de la felicidad de ambos. Hubiera sucumbido si amase menos y si la estimación de Carlos no le fuese tan apreciable. Pero cuando le amaba bastante para sacrificarle sus triunfos, sus placeres, su reputación y su sosiego, cuando a fuerza de amor se hacía su esclava, tenía necesidad de ser admirada, respetada y querida. Gozábase en tributarle todos los sacrificios, excepto aquél que acaso pudiera parecer una felicidad para ella misma; y prefiriendo ver sufrir a su amante a verle tibio en su entusiasmo, había hallado el secreto de su virtud en un sentimiento de egoísmo; que, sin embargo, era un egoísmo del mejor género posible, y al cual pudieran darse otros nombres mucho más raros y sublimes.
No se engañaba en su esperanza: Carlos era infeliz -bien que acaso lo hubiera sido más siendo ella menos virtuosa- pero ni se quejaba, ni se atrevía a condenarla. Catalina era a sus ojos un ser excepcional a quien idolatraba más y más, y casi se complacía en hallarla tan grande y tan superior que le fuese imposible dejar de amarla.
En los sacrificios que una mujer hace vencida por el amor, se descubre siempre la flaqueza y es natural que inspire más lástima que admiración. Pero si una mujer que todo lo pospone a su pasión domina a esta misma pasión enrobustecida con sus sacrificios, por el solo poder de su voluntad, entonces la admiramos a la par que la compadecemos. Entonces no vemos la débil y ciega víctima de un amor insano: vemos a la mujer en toda su dignidad y en toda su abnegación.
¿Ignoraba esto Catalina?... No sabemos. Y si el lector se complace en creer pura virtud su resistencia, dejámosle en libertad para que así lo asegure. Pero si las personas que en todas las virtudes humanas buscan por origen y apoyo el egoísmo (por otro nombre: interés personal), se empeñasen en probarnos que a él y al orgullo debe nuestra heroína el no merecer el nombre de una mujer común, no nos creeremos tampoco obligado a contradecirles.