Mar de agosto - cap. 4

Por Teresac

(En anteriores capítulos: Marta regresa a Castromar después de muchos años y se reencuentra con Tomás y Ana, sus amigos de toda la vida. Ana tiene problemas matrimoniales, sobre los que hablan, además de comentar la noticia de una niña del pueblo secuestrada que fue encontrada en la playa, narcotizada.)

- IV - 

Ocupé la tarde en instalarme en la casa de mi tía, a la que ella, por suerte, aquel verano no pensaba ir; uno de los muchos motivos que me habían decidido a pasar mis vacaciones en Castromar. Había quedado con Ana para dar un paseo por el puerto hacia la noche, y decidí que tenía que lucir buen aspecto pues en mi pueblo siempre se había cuidado mucho la apariencia externa. Uno podía estar sin blanca, sin trabajo, o con graves problemas familiares, como Ana en aquel momento, pero cuando se salía a dar un paseo por el puerto, había que acicalarse como para ir a la Opera.Durante un buen rato traté de poner orden en mi melena imposible al tiempo que juraba cortármela la próxima vez que visitara la peluquería; un toque de rimel para enmarcar mis ojos oscuros y un poco de brillo de labios. Tampoco quería pasarme y, sin embargo, por razones que ni yo misma admitiría, deseaba encontrarme a mis conocidos y que dijeran alguna de esas frases tópicas como “estás igual que cuando te fuiste” o mejor “estás más guapa que nunca”.Al fondo del puerto seguía estando el bar de Miguel, que antes había sido de sus padres, pero que éste había reformado y mejorado en aquellos años. Mientras Ana y yo tomábamos unas cervezas frescas, la gente que entraba y salía no paraba de saludarnos y sonreían al reconocerme. Comprendí que muchos habían llegado a la misma conclusión que Tomás, y pensaban que había venido a Castromar para prestar apoyo moral a mi amiga.Estábamos a punto de irnos cuando entró Antón, saludó a Ana y dudó antes de hablarme.-¿Marta? Casi no te reconozco ... –se acercó y me dio dos besos, dejándome con la palabra en la boca. Es el único hombre que ha tenido ese efecto sobre mí en toda mi vida. No sé si por su pelo dorado, su sonrisa franca que forma unos adorables surcos en sus mejillas, o sus ojos claros que te miran de un modo que parecen leer todo lo que pasa por su mente; pero así ha sido, desde el día en que nos conocimos en un aula de sexto curso, cuando él llegó a Castromar-. ¿Estás de visita, o vienes como periodista?-No... –logré balbucear, ¿periodista yo?, no sabía si sacarlo de su error explicándole que trabajaba en la redacción solo como chica para todo, que tanto ponía cafés como tomaba nota de las esquelas del día, o mejor mantenerlo en su halagadora ignorancia.-Pasará el mes de agosto con nosotros –dijo Ana, con cierto retintín, guiñándome un ojo al ver que me había quedado sin habla. A veces resulta odioso que alguien te conozca tanto.-Bueno, no parece que vaya a ser el mejor verano que hayamos tenido...-¿Lo dices por la niña secuestrada? –poco a poco iba consiguiendo reordenar mis neuronas. ¿O más bien mis hormonas?-Antón fue uno de los que la encontró, bueno, después de que Che les avisara –me explicó Ana.-Sí, oí los detalles por la radio, que cosa tan extraña, ¿no? Pero al menos no le hizo daño...-No, solo la dejó allí para que se ahogara –Antón reprimió un gesto furioso, miró a su alrededor y bajó la voz para explicarse-. Esto solo lo sabe la policía y los que estábamos allí. Escucha Ana, no le quites el ojo de encima a tu hija, ese cabrón quería matar a la pequeña. La encontramos... –respiró hondo y por un momento sus ojos se oscurecieron como si una nube se posara en sus pupilas-. La encontramos tendida sobre la arena, colocada como un difunto, con las manos cruzadas sobre el pecho, las olas ya le llegaban por encima de la rodilla y la marea continuaba subiendo. Si tardamos veinte minutos más ...-Fue el fantasma de la playa –dijo una niña detrás de Antón, reconocí a la hija de Ana en el momento en que me di cuenta de que llegaba acompañada por su padre.