Entonces, ¿por qué Arrecife se me hace interminable?. No siendo un libro tan largo, no llega a las 250 páginas, el lapso desde la 180 o así hasta el final se eterniza, aunque interviene algún factor nuevo en la historia que parece darle un giro (que luego no lo es tanto), ya es tarde, ya uno se ha cansado un poco no de la historia, no de la novela, no de la prosa de Villoro, que es efectiva. Uno se ha cansado del ritmo con el que está escrita. Uno se ha cansado de una estructura a la que, si leer tantos libros me ha aportado alguna sabiduría, yo culparía de que esta novela no sea para nada la suma de las partes.Las partes serían un escritor con buen estilo y con un nada desdeñable bagaje de cultura contemporánea. Serían una trama que toquetea temas suficientemente atractivos, aunque sea en algún caso de soslayo: las bandas de rock cuyos músicos superan la madurez, el narcotráfico, el caos reinante en según que partes de Centroamérica, la desviación de la conducta a que induce el aburrimiento y la falta de alicientes. Todos esos ingredientes hubiesen podido dar otro resultado. Pero no sé si Villoro ha querido aportar una manera diferente de aliñarlos y ahí se ha dado el trastazo. Por ejemplo, construyendo todo el libro como una especie de continuo diálogo, sin aportar acción, solo diferentes interlocutores que actúan con su protagonista, en lugares que incluso cuesta identificar. Sin apenas divisiones: no hay capítulos, y eso es un defecto; ayudaría mucho, a comprender, que se hace difícil, que se cambia de escenario y de situación. La falta de ritmo de la trama acusa también ese ritmo, pues a base de no detenerse, porque uno no sabe dónde detenerse, uno se extenúa, no porque todo sea frenético, sino porque uno no tiene mucha conciencia de hacia dónde se va.En fin: Villoro, amigo y discípulo de Bolaño, como algún otro, y con mucha pena de manifestarme en este sentido, me ha decepcionado aquí. Qué se le va a hacer.
Entonces, ¿por qué Arrecife se me hace interminable?. No siendo un libro tan largo, no llega a las 250 páginas, el lapso desde la 180 o así hasta el final se eterniza, aunque interviene algún factor nuevo en la historia que parece darle un giro (que luego no lo es tanto), ya es tarde, ya uno se ha cansado un poco no de la historia, no de la novela, no de la prosa de Villoro, que es efectiva. Uno se ha cansado del ritmo con el que está escrita. Uno se ha cansado de una estructura a la que, si leer tantos libros me ha aportado alguna sabiduría, yo culparía de que esta novela no sea para nada la suma de las partes.Las partes serían un escritor con buen estilo y con un nada desdeñable bagaje de cultura contemporánea. Serían una trama que toquetea temas suficientemente atractivos, aunque sea en algún caso de soslayo: las bandas de rock cuyos músicos superan la madurez, el narcotráfico, el caos reinante en según que partes de Centroamérica, la desviación de la conducta a que induce el aburrimiento y la falta de alicientes. Todos esos ingredientes hubiesen podido dar otro resultado. Pero no sé si Villoro ha querido aportar una manera diferente de aliñarlos y ahí se ha dado el trastazo. Por ejemplo, construyendo todo el libro como una especie de continuo diálogo, sin aportar acción, solo diferentes interlocutores que actúan con su protagonista, en lugares que incluso cuesta identificar. Sin apenas divisiones: no hay capítulos, y eso es un defecto; ayudaría mucho, a comprender, que se hace difícil, que se cambia de escenario y de situación. La falta de ritmo de la trama acusa también ese ritmo, pues a base de no detenerse, porque uno no sabe dónde detenerse, uno se extenúa, no porque todo sea frenético, sino porque uno no tiene mucha conciencia de hacia dónde se va.En fin: Villoro, amigo y discípulo de Bolaño, como algún otro, y con mucha pena de manifestarme en este sentido, me ha decepcionado aquí. Qué se le va a hacer.