Mar, mar, obra de Dios

Por Joseantoniobenito

Amigos, les comparto algunas imágenes del Pacífico en Viña del Mar. Cómo se recuerdan las canciones de acampada sobre el mar… Cuánta paz, cuánta inmensidad…

Les comparto la breve letra del eterno canon… y las odas al mar del vasco salmantino don Miguel de Unamuno y del chileno universal Pablo Neruda.

MAR, MAR, Obra de Dios

Mar que quitas penas y dolor
Mar, oh mar, oh mar

inmenso y bello mar …

1.  

2.   MIGUEL DE UNAMUNO

3.   ¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime! Pero no me lo digas; tus cantares

4.   son, con el coro de tus varios mares, una voz sola que cantando gime.

5.   Ese mero gemido nos redime de la letra fatal, y sus pesares,

6.   bajo el oleaje de nuestros azares, el secreto secreto nos oprime.

7.   La sinrazón de nuestra suerte abona,

8.   calla la culpa y danos el castigo;

9.   la vida al que nació no le perdona;

de esta enorme injusticia sé testigo,

que así mi canto con tu canto entona,

y no me digas lo que no te digo

 

PABLO NERUDA

Aquí en la isla
el mar

y cuánto mar

se sale de sí mismo
a cada rato,

dice que sí, que no,

que no, que no, que no,

dice que si, en azul,

en espuma, en galope,

dice que no, que no.

No puede estarse quieto,
me llamo mar, repite

pegando en una piedra

sin lograr convencerla,

entonces

con siete lenguas verdes
de siete perros verdes,

de siete tigres verdes,
de siete mares verdes,
la recorre, la besa,

la humedece
y se golpea el pecho

repitiendo su nombre.

Oh mar, así te llamas,

oh camarada océano,
no pierdas tiempo y agua,

no te sacudas tanto,

ayúdanos,

somos los pequeñitos

pescadores,

los hombres de la orilla,

tenemos frío y hambre
eres nuestro enemigo,
no golpees tan fuerte,

no grites de ese modo,

abre tu caja verde
y déjanos a todos

en las manos

tu regalo de plata:
el pez de cada día.

Aquí en cada casa
lo queremos
y aunque sea de plata,

de cristal o de luna,

nació para las pobres

cocinas de la tierra.

No lo guardes,

avaro,

corriendo frío como

relámpago mojado
debajo de tus olas.

Ven, ahora,

ábrete

y déjalo

cerca de nuestras manos,
ayúdanos, océano,

padre verde y profundo,

a terminar un día
la pobreza terrestre.
Déjanos

cosechar la infinita
plantación de tus vidas,

tus trigos y tus uvas,

tus bueyes, tus metales,
el esplendor mojado

y el fruto sumergido.

Padre mar, ya sabemos
cómo te llamas, todas

las gaviotas reparten

tu nombre en las arenas:
ahora, pórtate bien,
no sacudas tus crines,
no amenaces a nadie,
no rompas contra el cielo

tu bella dentadura,

déjate por un rato

de gloriosas historias,

danos a cada hombre,

a cada
mujer y a cada niño,

un pez grande o pequeño

cada día.
Sal por todas las calles

del mundo
a repartir pescado

y entonces

grita,

grita
para que te oigan todos
los pobres que trabajan

y digan,

asomando a la boca

de la mina:
"Ahí viene el viejo mar

repartiendo pescado".

Y volverán abajo,

a las tinieblas,

sonriendo, y por las calles
y los bosques

sonreirán los hombres
y la tierra
con sonrisa marina.

Pero
si no lo quieres,

si no te da la gana,

espérate,

espéranos,

lo vamos a pensar,

vamos en primer término

a arreglar los asuntos

humanos,

los más grandes primero,
todos los otros después,
y entonces

entraremos en ti,

cortaremos las olas

con cuchillo de fuego,

en un caballo eléctrico
saltaremos la espuma,

cantando

nos hundiremos

hasta tocar el fondo

de tus entrañas,

un hilo atómico

guardará tu cintura,

plantaremos

en tu jardín profundo

plantas
de cemento y acero,

te amarraremos

pies y manos,

los hombres por tu piel
pasearán escupiendo,
sacándote racimos,
construyéndote arneses,
montándote y domándote
dominándote el alma.

Pero eso será cuando

los hombres

hayamos arreglado
nuestro problema,

el grande,
el gran problema.

Todo lo arreglaremos

poco a poco:
te obligaremos, mar,
te obligaremos, tierra,

a hacer milagros,

porque en nosotros mismos,

en la lucha,

está el pez, está el pan,

está el milagro.