Marcar la diferencia

Por Violetaosorior


Ayer leí este maravilloso artículo, Cumpliendo Sueños de Sonsoles de Respetar para Educar  (una página imprescindible)  y llevo con el dando vueltas, acompañándome desde ese momento, como una vocecita que me susurra, me hace recordar y reflexionar...
Yo fui una niña “anormal”, nacida en una familia muy poco convencional, en un entorno  más que diferente, en un país de realismo mágico. Mi padre fue un hombre coherente, mi madre aún lo es, muy coherentes,  creo que solo en una cosa hicieron oídos sordos a su coherencia y con ello me pusieron en el lugar de no encajar; la elección del colegio, un colegio normal con todos los artilugios de la educación tradicional! Estoy segura, ahora que miro hacia atrás que esa decisión la tomaron cada uno desde su niño interno, desde aquel que cada uno fue, dolido de ser el diferente, sobrepasados por nadar siempre a contra corriente, con las burlas y críticas que recibieron rondándole en los oídos. Fue una decisión desde esos niños que fueron y no desde los adultos que eran, que sobrevivieron eso y se hicieron grandes en su diferencia.
Lo cierto es que yo quede atrapada entre la “anormalidad” (léase libertad y respeto) de mi familia y la “normalidad” (léase represión y uniformidad) de mi desafortunado segundo hogar. Con otro sistema escolar y otra realidad social eso podría haber sido más llevadero, pero tal y como están pensados eso ámbitos en el país en que nací y crecí el segundo hogar tiene la fuerza (a fuerza de horas de presencia y realidad impuesta) de erigirse en un todo poderoso condicionante, un referente vital en la construcción del yo y el mundo circundante. No nos digamos mentira, cuando vas al colegio 8 horas por día, esa realidad artificial y alterna se transforma en la más potente e indiscutible verdad.
Con lo cual crecí con la sensación de no encajar, de no pertenecer, de ser mala o tener algo erróneo y equivocado en mí. Con todo el dolor, por la niña que fui, por mis padres y los niños que fueron,  puedo decir que ellos desde su miedo repitieron conmigo la historia. Afortunadamente nunca dejé de tener padres “anormales” y de ser una niña “anormal” y hoy puedo cuestionar la "normalidad" de esta sociedad, que para mi no es más que otra forma de promover la esclavitud a un sistema que carece de amor, alegría, sueños cumplidos, autonomía y creatividad.
No creo que exista eso de ser "normal", es una mentira que se han inventado y nos hemos creído para poder  mantenernos como civilización en los límites de lo deseable y esperable, es una invención más de la necesidad de masificar deseos, sueños, expectativas y necesidades, así seguimos controlables y controlados y se mantiene el status quo, ese que genera ansia de poder, control y acumulación.
Frente a la crianza y la educación, que es lo que aquí nos compete, nos venden la “normalidad” como algo conveniente a nuestros intereses de adultos: con niños “normales” siempre puedes continuar con tus importantes actividades adultas, con tu correr detrás del sueño imposible que conseguirás después de la última compra, adquisición, premio o reconocimiento, que por supuesto te dejará con hambre de la siguiente compra, adquisición, premio o reconocimiento. En realidad de lo que tenemos es hambre de ser reconocidos y amados por quienes realmente somos, hambre de ser únicos y diferentes, así como lo fuimos antes de someternos.
Supongo que sobra decirlo, pero no conozco a nadie "normal", conozco gente ( y me conozco) que a fuerza de desamor, manipulación, presión, premios y castigos encaja más o menos en el molde pre-establecido. En realidad conozco distintos niveles de prisión.
No hay nada más antinatural que lo que se espera "normal" cuando eres niño (no toques, no te muevas, no hables, ahora no, espera, compórtate, siéntate bien) con ese molde no hay niño normal posible, hay niños y por ende adultos coartados y mutilados. ¿Por qué cómo niños nos adaptamos y normalizamos? Porque sentimos peligrar nuestra supervivencia  (creo que los seres humanos nos nutrimos de amor, calor, contención, respeto y entre más chicos mas imperiosa esa necesidad) con lo cual aceptamos el molde a cambio de amor (amor manipulado, pero amor) y porque, además esta sociedad está tan loca que a los niños les importa más la felicidad de los adultos y están dispuestos a entregar más a cambio de ella que lo que nosotros somos capaces de dar por ellos. ¿Irónico no?, Nosotros les damos la vida y luego se las exigimos, exigiéndoles la “normalidad” al servicio de nuestra felicidad. Robamos su vida al decirles qué, cómo y cuándo ser, al poner sobre ellos etiquetas y reglas “anormales” para hacerlos “normales” (funcionales y desconectados).
Lo que he ido entendiendo con el tiempo es que ser "anormal" no es difícil per se, el problema es crecer en entornos que premian la uniformidad y aíslan lo diferente, por eso una de mis grandes responsabilidades con Kyara es generar para ella un entorno respetuoso y enamorado de su “anormalidad”, tendiente a escuchar sus necesidades y deseos, a mirarla como única e irrepetible, dispuesto a decirle ¡tú puedes!, ¡yo creo en ti! y a exigirle que no acate, que no se acomode, que no sea lo que esperamos de ella. Y eso empieza por despertar y fortalecer mi propia “anormalidad” por re-encontrarme con aquella niña “anormal” tomarla de la mano y mirándola a los ojos decirle: sobrevivirás, te harás fuerte y serás feliz.
Criar en la diferencia, desde la mía y propiciando la suya, es también criar para aceptar la diferencia del otro, es apostarle a la rebeldía de ser distintos, de construir una sociedad donde quepamos todos y donde el punto de unión sea el respeto por la vida, la alegría de vivir y el amor por el hecho de existir.