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Pastora
Qué día, vecina. Se comenta que a Felicidad no le gustan las sorpresas. «Que no, que no, nada de sorpresas. De eso sí que no». Las sorpresas serán para los que tienen esperanza, para los que creen en algo o en alguien, pero para quienes los días de fiesta significan, apenas, tres ciruelas secas del frasco y una misa amarga, no hay sorpresas que valgan.
Felicidad, la Feli, es tenaz y lista. Ella sabe que en su calle no pasa la Buena Suerte: «… ¿Pa’ qué?, ¿Pa’ quién? Pa' mí no es. Eso lo sé». Lo único que pasa por su puerta y la pone contenta es el sonido del cencerro. El sonido va calle abajo. Ella sabe quién viene junto al rebaño. Que no haya dudas la tranquiliza. El pastor regresa. El regreso siempre la tranquiliza. Una pausa en el frío de la tarde, y luego el ras-ras de los zapatos en el canto del hierro. Esperaba el «qué hay de cena» y todo lo demás, pero no, su padre dijo aquello de la Pascua mientras le daba el paquetito: «Mira, hija, un regalo con sorpresa. ¿Qué podrá ser?».