La verdadera talla de una persona se mide en comparación con las que tiene alrededor. Y así dimensionado, Marcelino Camacho fue el mejor de los sindicalistas y uno de los hombres públicos más honrados que ha dado este país. No solo porque dedicó toda su vida al sindicato que creó de la nada en tiempos de fuego y balas, sino porque durante toda su vida se mantuvo fiel al espíritu que le insufló. Es muy importante recordar hoy que el fundador de las Comisiones Obreras no utilizó su obra en beneficio propio, que no se enriqueció, que no usó su puesto al frente del primer sindicato de España para obtener prebendas para él o para su familia. Camacho nació en Soria, pero vivió y luchó en Madrid, en el barrio de San José Obrero, en Carabanchel. Era vecino mío. Y lo siguió siendo hasta que murió, porque nunca dejó el pequeño piso que habitó siempre con su mujer. Un piso modesto y pequeño en un barrio obrero.Para conocer su verdarea talla habría que compararlo con los que le sustituyeron al frente de Comisiones Obreras. Las comparaciones son odiosas, pero solo para los que salen peor parados.Al frente del sindicato le sustituyó, en 1987, Antonio Gutiérrez, que dirigió CC.OO hasta 1998. Cuando dejó el cargó prometió no entrar en política... pero lo hizo. No con el PCE, donde militó, sino con el PSOE. Hoy es diputado socialista, presidente de la Comisión de Trabajo del Congreso, y se abstuvo de votar la última reforma laboral del Gobierno. Eso sí, no ha dimitido. Tras Gutiérrez vino José María Fidalgo, ese hombre tal alto que destacaba al lado del entonces presidente de la patronal José María Cuevas. Fidalgo dirigió el sindicato desde 2000 a 2008. Cuando abandonó la dirección participó en seminarios de la FAES, la fundación del PP que preside José María Aznar. Hoy, sin embargo, parece próximo a UPyD, el engendro creado por Rosa Díez. Lo cual no le impide trabajar de adiestrador de los futuros dirigentes de la derecha española en el IE Business School.A Fidalgo lo sustituyó Ignacio Fernández Toxo, el dirigente actual del sindicato, el mismo que convocó una huelga general con tres meses de retraso contra la reforma laboral del Gobierno.
Es esta degeneración paulatina del ideal que representó Marcelino Camacho la que ha puesto a los sindicatos españoles a los pies de los caballos. No han sabido o no han querido liberarse de la subvenciones públicas (como la Iglesia) y hoy día su independencia está cuestionada. A ello hay que sumarle la presión insoportable del mundo globalizado al que no han sabido o no han querido adaptarse. Así, mientras las multinacionales, los bancos, las entidades financieras, los especuladores, los brookers y demás canalla (agrupados bajo el concepto Mercado) trabajan hoy día al unísono, como un reloj, para destruir el Estado del Bienestar y los logros alcanzados por los trabajadores durante décadas --con la complicidad babalicona de los llamados partidos de izquierda--, los sindicatos europeos son incapaces de trabajar juntos. De nada ha servido el gran esfuerzo realizado por los franceses para evitar el retraso de la edad de jubilación, porque mientras ellos se echaban a la calle y se partían la cara con la policía, las organizaciones sindicales del resto de los paises de la UE miraban para otro lado.La última barricada (como decía en otro post con motivo de la pasada huelga general) que protege a los trabajadores contra las salvajes acometidas del ultracapitalismo, se tambalea cada día más porque no salen dirigentes como Marcelino.