Yo no sé por qué, a mí, casi todo me coge siempre con el paso “cambiao”, quiero decir que nunca estoy de acuerdo con la postura oficial, con lo políticamente correcto.Es lo que me sucede con las exequias de Marcelino Camacho. Todo el mundo hace hincapié en su carácter sindicalista y olvida que éste no era sino la forzosa consecuencia de su profunda filiación comunista.Yo me cansé de decir, en aquel antro de fascistas que es el chat de Saco, en el que todos, empezando por él mismo, son feroces anticomunistas, que identificar al comunismo con algunos de esos regímenes fraudulentos, que se valen de su prestigio para someter a sus pueblos a las más canallescas opresiones, es la más perversa de las falacias puesto que el comunismo o no es nada o es la más excelsa de las ideas que nunca ha concebido el hombre: “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.Y la vida de Marcelino no es sino el paradigma de la tarea vital de un convencido comunista.¿Habrá algo más justo que exigirle a cada uno todo lo que puede dar según su propia capacidad?Es precisamente esto lo que, a sí mismo, se exigió siempre Marcelino Camacho, convencido, como estaba, de que él hubiera sido un perfecto canalla en lugar de ese hombre venerable que es, si, en lugar de afrontar persecuciones, torturas, prisiones, además de la maldición impenitente de todos los que constituían entonces y ahora constituyen porque son y será siempre los mismos, los que tienen el poder o el dinero, la más criminal de las ultraderechas, que lo convirtieron en una especie de redomado Satanás que sólo buscaba el hundimiento de la Patria, a él que, sobre todo y por encima de todo, fue esencialmente un hombre bueno, que sólo pretendía que a los trabajadores se les diera el trato que merecían porque ellos sí que son, de verdad, la fuente de toda la riqueza del mundo.De modo que él, MC, le dio al mundo todo lo que tenía, según su capacidad de sacrificio y acción, sin detenerse un sólo momento siquiera a pensar en las terribles consecuencias que esto llevaba consigo: golpes, torturas, desprecio, prisión, destierro dentro de su propio país, todas las calamidades, en fin, que los jodidos hombres de mierda somos capaces de echar sobre aquéllos de nosotros que no se conforman con la miseria de su propia naturaleza.Y, luego, cuando su vida pública acabó, el heredero directo de Gandhi y Mandela, sólo disfrutó de lo que es absolutamente necesario, se fue a su ínfimo piso de los suburbios, a esperar lo que ahora le ha ocurrido, morirse allí, tan solo como todos nos morimos.Y, ahora, sí, ahora, cuando ya no puede hacerle daño a la jodida, a la puñetera derecha, acuden a su funeral laico, como los peores buitres carroñeros, gente como Rodrigo Rato y el Príncipe, que, en lugar de levantar el puño cerrado, como a él, MC, le hubiera gustado, va el tío y se santigua. Joder, hay que tener valor para manchar el final de una historia así.Él se ha ido tranquilo, convencido de que ha hecho todo lo que pudo por los demás, que no otra cosa pretende el viejo y denostado comunismo, que tiene la virtud de adaptarse a las circunstancias de cada persona, de tal manera que no todos podemos ser un marcelinocamacho, pero sí que podemos hacer en nuestro ámbito, en nuestra esfera de acción, lo que yo ahora estoy haciendo, gritar a los cuatro vientos que yo también soy comunista, como lo era ese amigo que tan poco tiempo ha tardado en seguir el camino de ese otro comunista ejemplar que se llamaba José Saramago.
Yo no sé por qué, a mí, casi todo me coge siempre con el paso “cambiao”, quiero decir que nunca estoy de acuerdo con la postura oficial, con lo políticamente correcto.Es lo que me sucede con las exequias de Marcelino Camacho. Todo el mundo hace hincapié en su carácter sindicalista y olvida que éste no era sino la forzosa consecuencia de su profunda filiación comunista.Yo me cansé de decir, en aquel antro de fascistas que es el chat de Saco, en el que todos, empezando por él mismo, son feroces anticomunistas, que identificar al comunismo con algunos de esos regímenes fraudulentos, que se valen de su prestigio para someter a sus pueblos a las más canallescas opresiones, es la más perversa de las falacias puesto que el comunismo o no es nada o es la más excelsa de las ideas que nunca ha concebido el hombre: “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad”.Y la vida de Marcelino no es sino el paradigma de la tarea vital de un convencido comunista.¿Habrá algo más justo que exigirle a cada uno todo lo que puede dar según su propia capacidad?Es precisamente esto lo que, a sí mismo, se exigió siempre Marcelino Camacho, convencido, como estaba, de que él hubiera sido un perfecto canalla en lugar de ese hombre venerable que es, si, en lugar de afrontar persecuciones, torturas, prisiones, además de la maldición impenitente de todos los que constituían entonces y ahora constituyen porque son y será siempre los mismos, los que tienen el poder o el dinero, la más criminal de las ultraderechas, que lo convirtieron en una especie de redomado Satanás que sólo buscaba el hundimiento de la Patria, a él que, sobre todo y por encima de todo, fue esencialmente un hombre bueno, que sólo pretendía que a los trabajadores se les diera el trato que merecían porque ellos sí que son, de verdad, la fuente de toda la riqueza del mundo.De modo que él, MC, le dio al mundo todo lo que tenía, según su capacidad de sacrificio y acción, sin detenerse un sólo momento siquiera a pensar en las terribles consecuencias que esto llevaba consigo: golpes, torturas, desprecio, prisión, destierro dentro de su propio país, todas las calamidades, en fin, que los jodidos hombres de mierda somos capaces de echar sobre aquéllos de nosotros que no se conforman con la miseria de su propia naturaleza.Y, luego, cuando su vida pública acabó, el heredero directo de Gandhi y Mandela, sólo disfrutó de lo que es absolutamente necesario, se fue a su ínfimo piso de los suburbios, a esperar lo que ahora le ha ocurrido, morirse allí, tan solo como todos nos morimos.Y, ahora, sí, ahora, cuando ya no puede hacerle daño a la jodida, a la puñetera derecha, acuden a su funeral laico, como los peores buitres carroñeros, gente como Rodrigo Rato y el Príncipe, que, en lugar de levantar el puño cerrado, como a él, MC, le hubiera gustado, va el tío y se santigua. Joder, hay que tener valor para manchar el final de una historia así.Él se ha ido tranquilo, convencido de que ha hecho todo lo que pudo por los demás, que no otra cosa pretende el viejo y denostado comunismo, que tiene la virtud de adaptarse a las circunstancias de cada persona, de tal manera que no todos podemos ser un marcelinocamacho, pero sí que podemos hacer en nuestro ámbito, en nuestra esfera de acción, lo que yo ahora estoy haciendo, gritar a los cuatro vientos que yo también soy comunista, como lo era ese amigo que tan poco tiempo ha tardado en seguir el camino de ese otro comunista ejemplar que se llamaba José Saramago.