En la película titulada “Marcelino, el mejor payaso del mundo”, Germán Roda recupera la figura de Marcelino Orbés, el payaso aragonés que conquistó Londres y Nueva York, admirado por Chaplin y del que Buster Keaton asegura en unas declaraciones hoy recogidas en el libro “Buster Keaton: Interwiews” que es “el mejor payaso que he visto sobre un escenario”. Charles Chaplin coincidió con él en los escenarios y, a su muerte, fue quien envió las flores que cubrieron su ataúd. Y el prolífico escritor y humorista británico E. V. Lucas escribió en 1909: “Creo que nadie ha hecho reír a tantos niños ingleses como él”. Y Begoña Piña se preguntaba el pasado 11 de julio por nuestro personaje: “Quién era Marcelino Orbés, ese aragonés nacido en Jaca en 1873 que empezó de niño de los recados en el circo y se convirtió en el mejor payaso del mundo de esa época. Con un éxito colosal que nadie antes había conocido, su carrera, como la de muchos otros, se fue apagando con la aparición del cine. Terminó arruinado y hundido en una depresión, pero nada de ello explica el injustísimo silencio que ha ocultado desde entonces su existencia. El ejercicio de investigación y recuperación de la figura de este acróbata y payaso se debe al periodista Mariano García Cantarero, autor del libro “Marcelino, el mejor payaso del mundo”, título que ahora lleva la película documental dirigida por Germán Roda y que cuenta con la participación del clown Pepe Viyuela. Una obra que comienza por el final, el 5 de noviembre de 1927, en el Hotel Mansfield de Nueva York. Imágenes de antiguos números de circo conviven en la película con espectáculos circenses grabados y con varios números de Pepe Viyuela, recreando los de Marcelino. Fotografías del payaso, numerosos recortes de prensa de la época, testimonios de clowns y expertos en la historia del circo… se reúnen en la pantalla para narrar la historia del mejor payaso del mundo”.
Marcelino, todavía un niño, pisó su primer circo en Zaragoza. En la Plaza de Salamero, se enroló en el Circo Alegría y entró a formar parte de la troupe de Los Martini. Tenía diez años y era el encargado de poner las sillas para la función y recogerlas. Con 19 años, en Bruselas, comenzó a hacer su propio espectáculo, y con 22, despuntaba como uno de los payasos que más hacía reír al público en Francia. El mito de Marcelino comenzó poquísimo después en Ámsterdam, desde donde viajó a Londres y comenzó una carrera de inmensa fama. El Hippodrome de Londres –hoy es el casino más grande de Inglaterra– fue el trampolín para su deslumbrante ascenso. En aquel escenario en el que había un tanque con 5.000 litros de agua, carruajes de caballos que rodaban a su alrededor y donde actuaban las figuras más grandes del espectáculo, Marcelino se convirtió en el rey de los payasos. “La primera actuación fue un show espectacular, se llamaba Giddy Ostend”, dice el director de comunicación del Hippodrome, que recuerda cómo allí Marcelino conoció a Chaplin, entonces un joven que estaba en el coro.
El filme recoge diversas anécdotas relacionadas con su carrera, como aquella noche que Marcelino le salvó la vida al rey Alfonso XII, quien acudió a ver uno de sus shows. El artista estaba haciendo un número con elefantes y, de pronto, uno de los animales barritó, levantó la trompa y quiso caminar hacia el monarca. Marcelino tiró entonces su sombrero a la cara del elefante para distraerle, y este cambió entonces de objetivo, dirigiéndose hacia él. El de Jaca tuvo entonces que dar varias volteretas, subirse al trapecio y acabar en los techos del circo para salvar también su propia vida. Aquel susto tuvo recompensa ya que, al día siguiente, Alfonso XII le entregó una condecoración por la valentía mostrada la noche anterior. “Creo que lo que diferenciaba a Marcelino de los demás era que, además de ser un clown excepcional, era un acróbata sin parangón y eso era muy difícil de superar”, comenta Roda cuando se le pregunta por la clave del éxito del aragonés. “Era capaz de hacer un gesto sutil para que todos rieran y luego hacer siete saltos mortales para que todos se quedaran con la boca abierta”. Pero, su exitosa carrera empezaría a resentirse cuando la transición del mundo del espectáculo empezó a gestarse. Roda nos recuerda: “La sociedad evolucionó y el público comenzó a demandar otro tipo de espectáculos, como el cine. En lo personal, Marcelino vivió el fracaso de su matrimonio y sus inversiones en diversos negocios. Y para rematar, tomó varias decisiones un poco ‘arrogantes’ que hicieron que su figura se alejara del Hippodrome de Nueva York, y el público comenzara a olvidarse de él. Entre otras cosas, Marcelino, quien mantuvo la nacionalidad española hasta que, en 1922, le concedieron la americana, llegó a montar su propio espectáculo para seguir siendo el protagonista absoluto, pero la cosa no salió nada bien. Durante la gira, sucedieron malos entendidos y situaciones críticas que hicieron que no tuvieran la audiencia prevista y todo acabó en la suspensión del espectáculo, mala prensa y el comienzo del fin para Marcelino”.
El teatro y el circo perdieron fuelle en Nueva York, capital mundial del espectáculo en ese momento, y el cine se convirtió a partir de entonces en el campo donde se estaba abriendo un auténtico mercado en expansión. Marcelino fue coetáneo de artistas como Charles Chaplin y Buster Keaton pero, a diferencia de ellos, él nunca supo adaptarse al séptimo arte. Participó en un par de películas de las que hoy día no queda ni rastro, pero no le convenció para nada esa industria. “Sus espectáculos empezaron a recibir críticas negativas y, aunque ganó un dineral en su época de máximo esplendor, el español también hizo inversiones inmobiliarias y montó tiendas y restaurantes que nunca funcionaron. Todo ello le llevó finalmente a la ruina económica y a verse sumido en una fuerte depresión”. En sus últimos años de vida, Marcelino se vio obligado a trabajar en ferias de condado y grandes almacenes. Desesperado, solo e incapaz de vislumbrar un poco de luz al final del túnel, se suicidó a los 54 años en la habitación de un humilde hotel neoyorquino. Dicen que en sus bolsillos se encontró una papeleta de empeño. “Casi con toda seguridad se trataba del alfiler de corbata con forma de herradura que le regalaron en el Hippodrome”, se asegura en la película. Al parecer, Marcelino empeñó esa joya para poder comprarse la pistola con la que acabó pegándose un tiro. Solo ochenta y cuatro personas asistieron a su entierro, aunque la noticia de su muerte le brindaría un último minuto de fama cuando el prestigioso The New York Times decidió darla en portada.
Más de cuarentena profesionales europeos vinculados al mundo de la cultura firmaban el pasado lunes un manifiesto dirigido a la Unión Europea para reclamar ayudas al sector, ya que consideran que en esta crisis gravísima la cultura se ha convertido en la cenicienta. Los intelectuales de 16 nacionalidades y diferentes disciplinas artísticas (escritores, músicos, directores de teatro y de museos, cineastas, compositores. fotógrafos y artistas plásticos) reclaman que se ponga en marcha un plan con el apoyo presupuestario necesario para el desarrollo del sector cultural y de entretenimiento. La iniciativa ha sido promovida por la CEPI (European Audiovisual Production) y la Asociación Estatal de Cine. El documento, titulado “Una llamada para salvar el futuro de la cultura y el entretenimiento”, está firmado, entre otros, por los cineastas Isabel Coixet y el húngaro István Szabó; la cantante islandesa Björk, el compositor francés Jean-Michel Jarre, el productor Agustín Almodóvar y el fotógrafo Joan Fontcuberta. “La cultura europea está en medio de una crisis –arranca el manifiesto–. La manera en que los responsables políticos y sociales respondan ahora va a determinar el escenario para la próxima década de vida cultural y creativa en nuestra Unión”. Desde el principio de la pandemia de Covid-19, los teatros, cines, museos, salas de conciertos y similares han permanecido cerrados y muchos de esos lugares no volverán a abrir. Los firmantes apuntan que “el resultado ha debilitado a los sectores culturales y creativos, poniendo en evidencia la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran”. Y subrayan que “las industrias culturales y creativas representan un tercio de los empleos en Europa”. Así lo recuerda el manifiesto: “La paradoja es que, a pesar de tener un paisaje cultural tan disminuido, es en esa misma cultura en la que la sociedad se ha refugiado durante este periodo de gran adversidad social. Es la música que nos ha reunido en los balcones, y delante de películas o series de TV que nos han entretenido. Son los documentales, los libros, las actuaciones y el arte quienes nos han aliviado en nuestra soledad y nos han ayudado a escaparnos intelectual y creativamente”. Los firmantes se lamentan que “a pesar de los claros mensajes de los dirigentes de la Unión Europea anunciando que nuestro sector sería firmemente apoyado, hoy vemos que las ofertas actuales para un plan de recuperación no nos tienen en cuenta, y que el presupuesto europeo extrañamente no considera las necesidades del sector cultural y creativo”. Y concluye: “Esto es una oportunidad para la Unión Europea de demostrar ampliamente que puede honrar sus valores. Ha llegado la hora para Europa de ser ambiciosa e invertir en su futuro creativo. La cultura es una tierra fértil sobre la que la próxima generación se una y florezca. ¡Enseñemos a la próxima generación europea qué tipo de futuro le queremos ofrecer!”.
Al acto asistieron unas 500 personas, entre los que estaban representantes de todos los partidos políticos excepto de la extrema derecha de Vox. Estuvieron representadas las más altas instituciones del Estado, así como el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli; la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el alto representante de la UE, Josep Borrell, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus y el secretario general de la Organización Mundial del Turismo, Zurab Pololikashvili.
Acudió al acto la Familia Real, el Gobierno, todos los presidentes autonómicos, además de representantes de todos los partidos políticos, salvo Vox —por calificarla de “ceremonia exculpatoria de un Gobierno que oculta a la mitad de los muertos”— y ERC —que leyó que la monarquía “utiliza a las víctimas para blanquearse”—, además de Bildu y CUP. Felipe VI pidió “respeto” y “entendimiento” para superar la crisis del coronavirus.
El Ejecutivo enfatizó que este evento no era, en modo alguno, un acto del Gobierno, sino una ceremonia de Estado y por ello la representación debía ser nutrida, y de primer nivel.
El líder del PP, Pablo Casado, tras el acto, aprovechó la presencia de las cámaras para apoyar al rey Felipe VI y hacer un mitin a favor de la Corona y el valor de esta institución para nuestro país. “Respaldamos al Rey frente a los ataques, que vienen ya de ministros del propio Gobierno”, aseguró.
Aroa López, quien comparecía en representación de la “primera línea”, “transportistas, reponedores, cajeros, personal de saneamiento, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Miles de hombres y mujeres que cuidaban de todos”, pidió a los ciudadanos que “no se olviden” de la tragedia de la pandemia “respetando las recomendaciones sanitarias”. Y lanzó un claro mensaje a favor de la sanidad pública: “Quiero pedir a los poderes públicos que defiendan la sanidad de todos”. López recordó que la labor de los sanitarios en los últimos meses ha sido “muy dura”. “Nos hemos sentido impotentes, con la presión de tener que aprender sobre la marcha, hemos dado todo lo que teníamos y actuado al límite de nuestras fuerzas. Muchos compañeros tuvieron que dar su propia vida y los sanitarios fueron mensajeros del último adiós”.
Gerardo Tecé, en su artículo “Crónica de un homenaje extraño”, aparecido el viernes pasado en Público, escribe: “Han pasado cuatro meses y unos días desde aquel fin de semana de marzo en el que entendimos que a nuestras vidas llegaban curvas. Y las curvas, vaya curvas, llegaron. Más de 28 mil muertos provocados por un virus para el que no estábamos preparados nos traen a la mañana del 16 de julio en un patio al aire libre en el Palacio Real de Madrid. En mitad del miedo a los rebrotes, Madrid, capital estatal del drama, acoge el homenaje a unas víctimas que siguen llegando y seguirán haciéndolo pasado el acto. Es decir, es un homenaje extraño, porque no tiene la capacidad de cerrar un ciclo, pero que sí pretende cerrar ciertas heridas… Hace unos meses, en lo más duro de la pandemia, los representantes políticos de la mitad del país acusaban sin pruebas a los representantes políticos de la otra mitad de un combo tremendo: ser culpables de las muertes de miles de españoles y culpables también de haber instaurado una especie de semi dictadura. No está mal para relajar una pandemia. Ver hoy a Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz de la histeria y el fango en los momentos más duros, sentada junto a los supuestos sepultureros y frente al pebetero encendido, hacía que su discurso bélico se apagase un poco en nuestras cabezas. El PP iba al acto institucional convocado por el enemigo, es decir, por el Gobierno, porque iba el Rey. Una actitud infantil como otra cualquiera. El Rey iba al acto porque le tocaba ir y porque, además, en este tipo de bolos nadie suele hablar de dinero ni de la familia… La periodista Ana Blanco presentó a quienes tomaron el micrófono. Toda una vida al frente de los telediarios de TVE, ya gobernase la derecha o la izquierda, la avalaban como único ser humano disponible en la península ibérica capaz de realizar la tarea de dar paso al orador sin provocar por ello una nueva guerra civil veraniega…Tras el discurso de la enfermera catalana, los asistentes a la ceremonia depositaron una rosa blanca en el monumento en recuerdo de las víctimas del coronavirus. Para acabar, tomó la palabra el Rey Felipe VI, que hizo el típico discurso que hace un rey en estas ocasiones. En estas ocasiones, un rey siempre aporta claves tales como que somos un gran país. En un momento dado, en una de esas frases plantilla que todo monarca lleva en sus discursos, el rey Felipe VI pidió “unidad, respeto y entendimiento”. Fue la declaración más sorprendente de la mañana. Especialmente viniendo de un rey al que no se le ocurrió aparecer estos meses atrás para pedir ni unidad, ni respeto, ni entendimiento cuando más falta hacían esas tres cosas. Cuando, a los momentos más dramáticos de la crisis sanitaria se le unió la guerra civil política, mediática y judicial... El acto de hoy, además de servir para simbolizar una unidad social inexistente hasta el momento –simbolizarla, aunque sea en un acto laico, no es otra cosa que rezar para que esa unidad aparezca– ha servido para demostrar que se puede homenajear a las víctimas de una gran tragedia como la vivida sin tener que recurrir a fórmulas injustas para la mayoría atea de este país. Hoy, el protagonismo no lo ha tenido ningún gerifalte hiperfinanciado de la Iglesia católica prometiendo el cielo para los fallecidos. El protagonismo lo ha tenido hoy la enfermera Aroa pidiendo la financiación necesaria para que la sanidad pública trabaje en condiciones dignas, para que no nos volvamos a ver en un acto así. Sólo por esto, el homenaje ha merecido la pena”.
El pasado 6 de julio hubo un funeral por las víctimas del Covid en España organizado por la Conferencia Episcopal y al que acudió la Familia Real. Con ese acto, la Monarquía
y la Iglesia Católica creen haber cumplido con su cupo de esfuerzos durante la Pandemia.Numerosos familiares y ciudadanos no católicos criticaron el funeral presidido por los reyes. “El verdadero funeral por las víctimas del COVID 19 es de Estado y Laico –escribe Eduardo Jorquera Barriuso–. No es la payasada nazi-onal catolicista de los fascistas y meapilas del otro día en búnker de la Almudena”.
“Él tiene ochenta y tantos años e insiste en llevar de la mano a su mujer por donde anda. Cuando le pregunté, ¿Por qué su mujer camina como distraída, como si siguiera nada? El respondió, porque tiene Alzheimer. Entonces le pregunté, ¿Se preocupará su mujer si usted la suelta, la deja o simplemente usted se cansa? Y respondió: “Ella no se acuerda...Ya no sabe quién soy yo, desde hace un par de años, ya no me reconoce”. Sorprendido, le dije: “¡Qué bien! Y, aún así, sigues, de guía por el camino cada día a pesar de que ella no te reconoce”. El hombre sonrío, me miró a los ojos. Entonces me dijo: “Ella no sabe quién soy yo, pero yo si sé quién es ella: el amor de mi vida”.
El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Peridis, Vergara, Pat, J.R. Mora, Eneko, Enrique, Atxe, Pedripol, Malagón, Santy Gutiérrez, Miki y Duarte…
Los vídeos de esta semana MARCELINO, EL MEJOR PAYASO DEL MUNDO - TRAILER Promo Exposición "Marcelino, el Príncipe de los Payasos"