El año 2012 se caracterizó por la organización “espontánea” de marchas populares en contra del gobierno nacional, de las cuales la del 8N fue la más difundida por las redes sociales y los medios porteños.
Objetivamente, los reclamos fueron bastante pueriles y la intención fue desestabilizar al gobierno nacional mostrando imágenes de gente amontonada e irritada en contra de las acciones gubernativas.
Analizados aquellos reclamos, ninguno afectaba los intereses individuales pues la corrupción de funcionarios (delito normado en la historia política argentina y casi planetaria) no modifica los ingresos mensuales de los asalariados, la soberbia de la presidenta en nada afecta la forma de vida de los argentinos y la inseguridad callejera arroja menos víctimas que los accidentes de tránsito.
Muy distinto es el tema del aumento del servicio de subtes, claro que de interés sólo para los porteños.
El aumento fue anticipado desde que empezó el debate por la transferencia del gobierno nacional al local, pues acabado el subsidio del país en su conjunto para pasar a responsabilidad exclusiva de los porteños/usuarios, el costo misteriosamente se catapultó hasta superar y duplicar el precio del boleto de colectivos.
Los usuarios saben mejor que quien escribe estas líneas, que el subte siempre fue más barato que el colectivo, sin diferencias entre quienes gobernaron a la ciudad de Buenos Aires y al país. Ahora, bajo la hegemonía del jefe de gobierno Mauricio Macri, misteriosamente el costo del subte será entre tres y cuatro veces mayor al histórico.
Que este estrafalario aumento se aplique durante el verano, cuando la población está ocupada en distracciones (vacaciones) no parece casual. Que los irritados que organizaron las marchas de repudio durante el 2012 no se manifiesten ahora sí que llama la atención, más cuando al mismo tiempo les van a aumentar el precio del peaje.
Ahora sí que tienen sobrados motivos para protestar en repudio de estos desmedidos aumentos y el silencio que se manifiesta hace de termómetro para descubrir quiénes mandan sobre las redes sociales y los medios de difusión porteños.
No, no hay reacciones. Tienen sobrados motivos para convocar marchas de protesta por la avenida 9 de Julio, en la Plaza de Mayo y otros sitios públicos, pero no. Las redes sociales parece que no funcionan si el provocador es el gobierno porteño.
En la marcha del 8N y anteriores reclamaban “libertad de expresión” y “basta de dictadura”. Pues ahora tienen motivo más que suficiente para reclamar libremente y en contra de esta dictadura que atenta sin intermediarios contra el bolsillo de los trabajadores, pero no. Los medios porteños no permiten la libertad de expresión del trabajador y apenas informan sobre el asalto económico que aplicará la administración de Macri. Es un asalto a cara descubierta pero no hay reacción popular.
También en estos días, en una documental televisiva se comentaba un ejemplo de hasta dónde una sociedad es capaz de negar realidades. El relato fue algo así: un grupo de personas había vivido siempre en una cueva. Uno de ellos decidió salir para ver qué había fuera de la cueva y se encontró con luz, espacio y vegetación. Sorprendido volvió a la cueva a contar las novedades. Sus semejantes no le creyeron, lo tomaron por mentiroso y lo golpearon tanto que murió.
Bien, cuando montaron el circo callejero del 8N, desde este medio traté de advertir que iban a usar a la gente según intereses de poderosos. Por expresarme desde una tercera posición me gané enemigos que me escribieron con desbordante bronca. Pasada la función circense se los ha mantenido inactivos por falta de “motivación”. En realidad porque el conflicto con el Grupo Clarín pasó “para más tarde”. O sea que eso de las redes sociales, en nuestro país sólo funciona cuando a esa mega empresa le afectan resoluciones políticas. ¿Y ahora, quién estaba equivocado?
Sin dudas que cuando se acerquen las elecciones legislativas de este año, el tema Clarín volverá a tomar vuelo mediático y esa conducción nuevamente dirá que “las redes sociales” convocan a una nueva manifestación. Será cuando los “idiotas útiles” salgan a la calle otra vez a quejarse de… lo que fuera contra el gobierno y a favor de “la libertá”. Será cuando, nuevamente, los que pensamos por cuenta propia, sintamos pena por cómo los manejan desde los medios de difusión.
Hoy tienen sobrados motivos para protestar, pero no tienen conducción que los impulse a las calles. Además, es obvio que están veraneando, en este país donde -según ellos- la inflación y el impuesto a la renta se comen los salarios y es imposible vivir así. Pero los ojos de cualquier poblador pueden ver las rutas atestadas de vehículos, igual que los sitios turísticos. Entonces ¿estamos tan mal?
Hoy, para estar informados debemos desconfiar de todo lo que nos quieren imponer desde los medios hegemónicos y actuar casi en oposición. Hoy hay razones más que suficientes para rebelarse contra el aumento del subte y el peaje. No lo hacen porque la masa no tiene líder que la convoque. Tampoco reaccionan ante la creciente desaparición de personas que nada tienen que ver con delitos familiares o trata en prostíbulos sino aparentemente con tráfico de órganos. ¿Será que quienes mandan sobre las redes sociales están dentro de este negocio? El silencio me hace sospechar.
El aumento del subte sin duda relaciona a los medios porteños con la administración de Macri y por ello sólo informan sin provocar reacción popular.
De todo lo dicho se desprende que la libertad de expresión hoy es tan utópica como en tiempos de la dictadura militar pues sólo presentan una cara de la realidad, y obviamente la cara que le conviene al gobierno porteño.
La marcha contra el aumento desbocado del subte no va a ocurrir, ni ninguna manifestación que afecte al gobierno de derecha porteño. Así de dominados están en esa ciudad por obra de la dictadura mediática.
He dicho y repito que los tratan como ovejas o vacas, que ahora las dejan pastar durante la veranada, pero que llegado marzo ya encontrarán argumentos para arrearlas y hasta picanearlas (cortes de luz, agua, etc.) para que balando y mugiendo circulen por las avenidas porteñas. Las razones nunca serán contra el gobierno de derecha y siempre serán contra todo gobierno que se incline a la izquierda, nacional o internacional, prueba contundente de que no está en juego la libertad de expresión sino la ideología política y los intereses económicos de quienes mandan sin mostrar la cara.
Por ello, ahora la derecha quiere sacar buena tajada con el subte y bloquea cualquier intento de protesta popular.
Qué sabio que fue el sabio burundés Ottabmoloc cuando dijo “puede que exagere pero, ¿miento?” y qué bien que coincide esta vez.
Luis Colombatto