Margarita Yourcenar

Publicado el 28 mayo 2020 por Monpalentina @FFroi

La palabra escrita me enseñó a escuchar la voz humana, un poco como las grandes actitudes inmóviles de las estatuas me enseñaron a apreciar los gestos. En cambio, y posteriormente, la vida me aclaró los libros. La escritora belga Marguerite Yourcenar (1903-1987), sorprende, pues se piensa que los libros nos aclaran la vida, nos permiten otra mirada. Pero no, viene a decirnos algo clave para saber por qué se escribe: para dar a escuchar la voz humana y para verificar que se ha vivido.
Prueba de ello es su investigación acerca de la historia profunda de su familia lejana, trilogía titulada El laberinto del mundo (le preguntó a Borges cuándo saldría del laberinto, cuando salgan todos le dijo).
También buscará las fallas de su memoria tanto en Opus Nigrum, como en Memorias de Adriano, novelas con las que he convivido toda mi vida. Ahí lo tenemos: la vida y la obra de la escritora entrelazadas, dando cuenta una de la otra, y según su tesis, la otra de la una. Los personajes centrales de ambas novelas, Zenón y Adriano, son soñados por Yourcenar en su adolescencia, pero no revela todos sus secretos hasta que alcanzamos la madurez.
De orientación bisexual, llevó una vida de errancia viajera, fruto de las vicisitudes de su infancia: no conoce a su madre, muere a los diez días de su nacimiento, quedándose al abrigo de un padre ya muy mayor, su auténtica referencia, su Adriano. Es quien la educa en la lectura de los clásicos, sin precisar de escolarización nunca. El lema del padre (jugador empedernido, aristócrata muy culto) era muy significativo: “No importa, da igual, no somos de aquí, nos vamos mañana”. Para Yourcenar, primera mujer en entrar en la Academia Francesa, la vida fue un eterno irse mañana.
 Animula vagula, blandula, tituló el primer capítulo de las memorias de los ideales de vida de Yourcenar, plasmados letra a letra en Las memorias de Adriano, el emperador a quien hizo exclamar: decir que mis días están contados no tiene ningún sentido; así fue siempre; así es para todos.
Y también le obligó a decir: los escritores mienten, aún los más sinceros.
Imagen: La Razón, de México

De la sección del autor en "Curiosón": "Vecinos ilustrados" @Aduriz2017