Margot at the Wedding - 2007

Publicado el 30 abril 2017 por Jimmy Fdz

Director: Noah Baumbach
Oh, viejo, aún sigo amargado por no conseguir el trabajo ese de hacer subtítulos, con ese sueldazo que ofrecían podría hacer maravillas. Ni siquiera me dieron un informe con mis fallos y mis aciertos, ¿y por qué no dan una segunda oportunidad? Seguramente podría mejorar lo bastante como para ser aceptado, ¿no? Pero bueno, supongo que no puedo seguir con la misma cantinela todos los días. En fin, "Margot at the Wedding" es la tercera película de Noah Baumbach que comentamos y será la última, de momento, pues hay que ponerse al día con otros directores que participarán en la Selección Oficial del Festival de Cannes de este año 2017 de nuestro señor Jesucristo. En todo caso es imposible ponerse al día incluso si empezaras antes, pues además tienes las otras secciones, como Una cierta mirada, o las proyecciones especiales o de medianoche que también se ven muy interesantes. Como sea, vayamos a lo nuestro.

Nicole Kidman y su hijo viajan a un, en apariencia y sólo en apariencia, apacible pueblo semi-rural en donde la hermana de la primera, Jennifer Jason Leigh, va a efectuar su matrimonio, ahí mismo en su hermosa casa junto al lago. Pero el viaje no es precisamente color de rosas, pues ambas hermanas no se llevan muy bien y de hecho no se han hablado en años, así que sí, ya pueden imaginar que habrá una incómoda pulsión subyacente, un sombrío sentido de expectación, una sugerente y permanente tensión que emponzoña el aire y el ambiente. Y es que Baumbach crea un perturbador e inquietante halo de extrañeza a raíz de este pequeño caos que se arma a la llegada de Kidman; un sofocante, angustioso y desesperante retrato de frustraciones y rencillas y anhelos familiares y personales, atrapados en este grisáceo y claustrofóbico panorama, en esta anticlimática atmósfera de desazón, inestabilidad, nihilismo, mal agüero. "Margot at the Wedding" es, en el buen sentido de la palabra, insoportablemente densa y compleja, tanto en construcción y desarrollo de personajes como de situaciones, escenas, convirtiendo un fin de semana moderadamente especial y a priori alegre en una suerte de cuenta regresiva que anuncia la oscuridad en ciernes: la sensación de que algo malo va a ocurrir es terriblemente inevitable, pero ojo, que es sólo la sensación, uno nunca sabe: he ahí el suspenso. Y así estamos durante una hora, completamente nerviosos, entre discusiones, conversaciones, juegos, etc.; nada del otro mundo, simple cotidianidad, pero con esa desconcertante intensidad, que por lo demás se sostiene la mar de bien gracias a Nicole Kidman y Jennifer Jason Leigh, que están soberbias, y al resto del reparto, solventes y efectivos.
Lamentablemente, la calidad del relato decrece notoriamente llegado el momento del desenlace, del clímax o de, ¿cómo le dicen en las escuelas?, el punto de quiebre definitivo o algo así, el momento en que la narración emprende el rumbo final. La vuelta de tuerca que Baumbach utiliza en este punto le hace un flaco favor al film, pues no es que sea un final feliz ni mucho menos, pero, primero, pierde o debilita el tono, y, segundo, se autolimita, argumentalmente hablando. Con respecto a lo segundo, lo que quiero decir es que antes del desenlace teníamos personajes perdidos, inciertos, ambiguos y con muy poco, por no decir nada, control sobre sí mismos y sus vidas, mientras que llegado el clímax nos encontramos con que los mismos encuentran todas o casi todas las respuestas a las interrogantes que los agobiaban, permitiéndoles tomar las riendas de sus vidas, lo cual no lo llamaría un final feliz, más bien algo peor: un final irreal, iluso, poco creíble: una plenitud imposible. Por lo demás, esta repentina iluminación (que no los hace más felices, insisto) corta de manera tajante la proyección del relato, le cercena la vida: como todo está resuelto, nada sigue, para qué; si los personajes hubieran acabado con dudas, la historia continuaba en nuestras cabezas, el malestar se extendía y dejaba huella en el espectador, tambaleando su espíritu. Y con respecto al tono, el clímax marca un abrupto cambio entre la claustrofóbica atmósfera de extrañeza e inquietud y un feble dejo tragicómico de patetismo humano; pasamos de tener frágiles personajes de carne y hueso a payasos en situaciones más bien superficialmente humorísticas y absurdas, con llantos y cagadas que no son realmente expresiones emocionales sino que... chistes. Lo más curioso y paradójico es que no estamos ante un final feliz propiamente tal, pero es que abandona toda la amargura y abatimiento que llegaban a resultar hipnóticos, esa especie de abnegada aceptación, para reemplazarla por una claridad total que destruye los cimientos del film. Tampoco es que el segmento final sea desastroso, sólo que en comparación con su primera hora resulta deficiente y fallido, decepcionante.
De todos modos, estamos ante una película muy recomendable que si no es más memorable y potente es porque cojea feo al final. Aún así la volvería a ver, mínimo para comprobar si el tramo final de veinte minutos me sigue disgustando tanto como ahora.