María

Por Siempreenmedio @Siempreblog

María lleva el 80% de su vida estudiando incansablemente porque le contaron que cuanto más se preparara, más posibilidades tendría de poder ganarse el pan ejerciendo la profesión que eligiera, en este caso, su vocación de economista. Primero fue el colegio, el instituto, la universidad, luego, los cursos de postgrado, los veranos intensos haciendo prácticas que poco tiempo le dejaban para descansar y en las que intentaba absorber como una esponja todo aquel aprendizaje que podía, mientras las empresas se ahorraban dinero en sustitutos con personal cualificado y muy barato. Llegaron después los contratos basura a través de agencias de trabajo temporal en los que cubría bajas y puestos vacantes hasta que, a punto de cumplir el tiempo necesario para conseguir un contrato normal, la sustituían por otro nuevo licenciado con las mismas ansias de trabajo y aprendizaje y con igual capacidad para adaptarse a cualquier situación precaria. Luego, llegó la crisis económica y con ella la coyuntura más propicia para que las empresas justificaran más precariedad y mala gestión bajo el velo de una “recesión económica” que les venía al pelo para según qué desmanes. Y así, María se apuntó en el paro y se sumió en un maremagnum de entrevistas de trabajo. Primero, entregaba el curriculum en lugares acordes con su formación académica pero la respuesta era siempre la misma: no podían contratar a nadie más. Sin embargo, María veía cómo personas sin ni siquiera la cuarta parte de su formación, ni de su capacidad de trabajo y sacrificio, ocupaban buenos puestos por el mero hecho de ser hijo de, sobrino de, novio o amante de y un lago etcétera. 

Pero María es hija de padres humildes y trabajadores y no encontraba oportunidades. Fue bajando sus pretensiones, adaptándose a cualquier otro tipo de trabajo aunque estuviera muy por debajo de su formación. Pero la respuesta de los empresarios era entonces que tenía demasiada preparación para este o aquel trabajo por lo que fue también falseando su curriculum, no para adjudicarse acreditaciones falsas, sino todo lo contrario, para quitarse títulos y demás méritos en aras de poder ser aceptada. Pero surgió otro obstáculo: no tenía la experiencia requerida en estos sectores. María comenzó a prepararse oposiciones de auxiliar administrativo en busca de un puesto en una administración pública, que nada tiene que ver con su vocación de economista y volvió a estudiar para ampliar aún más su formación. Tras más de un año de incansable estudio y de volver a renunciar a su tiempo de ocio, al igual que hiciera en su época de universitaria, aún sigue esperando a que se convoquen tales exámenes ya que el Gobierno ha frenado las convocatorias públicas, otra vez, por la famosa crisis. Y sigue estudiando, anclada en la esperanza de que le surgirá una oportunidad que aún no llega. Lo peor es que el caso de María no es único, sino demasiado parecido al de tantos otros…