María, niñez plantada en la alegría nazarena. Milagro de vida en tí, gracia plena. Tu pequeñez, María crece de amor y florece en cosecha adolescente generosa.
Eres joven promesa, donella himilde que aprende el vuelo de las altas cumbres. Que mira mas allás del último recodo y va juntando luces para la mañana.
Se fue gestando así en tu vida la alianza definitiva de Dios con la humanidad, la presencia de Jesucristo, el que revela al ‘Padre’ en medio de los hombres.
Jesús nace de María para permanecer… María la doncella humilde de Palestina es grande, porque es la que creyó que Dios “derriba a los poderosas y exalta a los humildes”. y porque creyó ella comienza a ser la señal de una nueva existencia.
Solo Dios es la riqueza verdadera
Dios realiza grandes cosas en aquellos que, como en María no se apoyan en sus propias acciones, que no colocan como base y garantía de su vida la abundancia de los bienes materiales, sino que abren su corazón a Dios y aceptan y se comprometen con él y con los otros.
En la simplicidad de una joven que creyó y aceptó la palabra de Dios, que la interroga y le habla, todo comienza a cambiar.
María no se queda con nada para sí, camina siempre como discípula detrás de su maestro. Pasa desapercibida porque comprende que es su “Hijo” quién debe brillar. “Ella ilumina el Camino”.
María es la que devuelve la alegría a los corazones tristes, entregando a Jesús que es la vida misma, por eso es llamada “Causa de Nuestra Alegría” letanía que se hizo constancia en su propia vida. Y a la que estamos invitados como hijos de singular Madre a contemplar para que nuestra alegría se duradera.