Os estaba contando que habíamos hecho una escapada a Cuenca con nuestra amiga N. y su familia. ¿Recordáis que os dije que no conseguimos alojamiento en Cuenca para la primera noche? Claro, cómo era el puente de San José, día del padre, todo el mundo se había decidido por celebrarlo en la localidad castellano-manchega.
Al final encontramos un apartamento para hospedarnos en la localidad de Mariana, a unos 13 km. de la capital en dirección al nacimiento del río Cuervo.
Habíamos pasado un día fantástico visitando el casco antiguo de Cuenca con sus famosas casas colgadas, el puente de hierro, la catedral... pero debíamos llegar sobre las ocho de la tarde a Mariana para recoger la llave de "nuestra casa". Así que pusimos rumbo al pueblo. Al final llegamos allí de noche, pero como el pueblo es bastante pequeño encontramos los apartamentos De La Torre enseguida. Allí nos estaban esperando para mostrarnos la vivienda y dejarnos la llave.
El apartamento estaba muy bien, un poco caro para mi gusto si vemos los servicios del entorno y demás, pero en general bien. Salón-comedor abuardillado con su sofá y su tele, cocina muy bien equipada, dos dormitorios y un baño. Tenía su calefacción por bomba de calor y estufas que fue más que suficiente ya que no pasamos nada de frío a pesar de que fuera estábamos rozando los cero grados durante la noche. Solo encontramos un par de pegas: la tele no se oía bien. Hacía un ruidito molesto pero cómo solo estaríamos una noche y no íbamos a ver mucho la tele no nos importó demasiado. Y dos, los apartamentos no tienen ascensor. Nosotros estábamos en la segunda planta y había que subir un montón de escaleras con las cosas a cuestas. Cogimos solo lo imprescindible del coche y ya.
Como estábamos muy cansados, nos habíamos levantado sobre las cinco de la mañana, nos duchamos, cenamos y nos fuimos todos a dormir.
Pero Carla no estaba tan cansada como los demás. Claro, ella se pega sus siestas y esas cosas. Es lo que tiene tener 2 años, que si tengo sueño me duermo en el carro o en el coche o donde sea y ya está. Pues bien, entre eso y que estábamos en una casa extraña para ella, decidió que a las seis y media de la mañana ya había dormido lo suficiente. Así que viendo que no había forma de volver a dormirla me levanté con ella. Desayunamos, nos vestimos, preparé todas las cosas para marcharnos y viendo que no paraba de hablar muy alto y de dar grititos (que es muy aficionada a ello), nos bajamos a pasear por Mariana a las ocho de la mañana.
"Mariana es una villa perteneciente a la provincia de Cuenca que, apoyada sobre la falda de la Sierra, nos abre el camino hacia el corazón del Campichuelo. Se encuentra ubicada a tan solo 13 km. de la capital y a 950 m. de altitud. Posee menos de 300 habitantes y es en esta localidad donde se inicia el transito del románico.
La Iglesia Parroquial de San Pedro construida en el s. XIII, pertenece al grupo de templos construidos durante la repoblación cristiana a finales del s. XII. Conserva básicamente la estructura original románica. Es una iglesia de nave única con ábside semicircular. La espadaña a los pies y dos portadas enfrentadas, una en el muro sur y otra en el norte.
Por las desérticas calles estuvimos paseando. Tan solo nos encontramos un par de vecinos (normal, a ver quién está paseando por el pueblo un domingo a las ocho de la mañana). Carla no paraba de llamar a los animales que oía: perros ladrando, algún gallo, pajaritos...
Encontró un piña pequeñita y cerrada:
- Mira mamá, una fesa.
- No Carla, eso no es una fresa. Es una piña.
Y la piña la acompañó toda la mañana.
Vimos la iglesia, el ayuntamiento, algún parquecillo pero sin columpios, troncos con setas... y encontramos el bar. Solo hay uno el el pueblo, a la entrada del mismo. Así que nos tomamos el cafelito y volvimos al apartamento. Los chicos ya estaban listos.
Muy importante: El el pueblo no hay muy buena cobertura. Estábamos con el móvil en el bolsillo esperando la llamada de nuestros amigos y no sonó. Así que si dependéis de llamaros por móvil hay que estar muy pendiente de este.
Recogimos todo, devolvimos las llaves y nos fuimos al punto de encuentro donde habíamos quedado con nuestros amigos para acercarnos a ver el nacimiento del río Cuervo. Nos esperaba otro día genial.
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