Gautier, el placer, los libros y el hachís
Entre las luminarias de la literatura francesa que vieron en el hachís el medio para “ampliar los límites de la mente y encontrar placeres nuevos”, quizás el más entusiasta fue Pierre Jules Theophile Gautier. Luego de incursionar, con poco éxito, como pintor y poeta, Gautier finalmente logró instalarse como un autor reconocido tras la publicación de Mademoiselle de Maupin, la historia de un travesti, que apareció publicada en 1835. En el prefacio a esta novela, expresa con claridad su idea de que las personas que “inventan” nuevos placeres merecían el mayor reconocimiento posible, llegando incluso a afirmar que era “la única cosa útil en el mundo”. Sin lugar a dudas, Gautier otorgaba ese reconocimiento al doctor Moreau, quien le introdujo en las “maravillas del hachís”, relación que luego consolidaron al fundar el Club des Hachichins. Hay que recordar que en esa época el público francés manifestaba un particular interés en el hachís, que veían como “esa droga misteriosa” de la cual se hablaba en obras como Las mil y una noches.
Pero fue en 1843, cuando Francois Lallemand publicó, en forma anónima, su libro Le hachych, el primer texto que incorpora al hachís en su trama narrativa. El libro se volvió popular y Lallemand lo reimprimió en 1848, pero esta vez sí se atrevió a reclamar su autoría. Pero fue Gautier, con su texto Le hashish, publicado también en 1843, quien logró capturar la atención de los franceses. Era una narración corta en la que describía su experiencia con el hachís: las alucinaciones, los cambios en los colores y los diseños, la manera en que los cuerpos se desfiguraban, así como la capacidad de escuchar a los colores y ver los sonidos (sinestesia). Sin lugar a dudas, la publicación de esta obra multiplicó con creces la popularidad de Gautier.
Más adelante, en 1846, Gautier publicó un segundo trabajo sobre el “tema” en la Revue des Deux Mondes con el título "Le Club des Hachichins". Aunque contenía menos descripciones sobre sus experiencias con el hachís, es un texto de mucho valor para comprender el trabajo literario de su autor, además de la riqueza implícita en sus descripciones de la sede del Club, el Hotel Lauzun, y de sus miembros. Asimismo, evoca en algunos pasajes de gran intensidad al Viejo de la Montaña: “la pasta verde que el doctor Moreau manejaba en nuestras sesiones era precisamente la misma que el Viejo de la Montaña administraba a sus fanáticos…estos es, el hachís, por eso se les nombraba como hachichins, o comedores de hachís, la raíz de la cual proviene la palabra “asesino”, cuyo feroz significado se explica por la sed de sangre que caracterizaba a los devotos del Viejo.” El autor recuerda que después de consumir la droga, se retiraba a un cómodo sillón cerca de la chimenea, donde era prácticamente absorbido por sus pensamientos, mientras su mente se llenaba de figuras grotescas cuyos cuerpos se contorsionaban en forma monstruosa. Estas imágenes que Gautier describía, probablemente eran parte de la decoración gótica que privaba en el interior del Hotel Lauzun.