Pichula Cuéllar representa como nadie los oscuros designios del diferente. La castración es sólo un símbolo que se ensalza sobre la vida de los protagonistas de la novela, aunque lo cierto y real de esta historia, es ese río oculto que transita por la parte de atrás de sus vidas. Ese trasunto que no mostramos por miedo y que en el caso de Cuéllar se primero se transforma en un afán por sobresalir para ser aceptado, para a continuación, convertirse en una forma de vida desmedida, que por temeraria asusta y se retroalimenta de la atención de los demás. Los cachorros es el retrato de la vida y obra de un joven, que sabiéndose diferente, lucha por seguir siéndolo, pero desde el lado equivocado, ese que hurga una y otra vez en las cenizas de la derrota. Aquí y allá nos encontramos ejemplos de malavidas que terminan en las cunetas más olvidadas y oscuras de la existencia, pero si acaso duele más, cuando acabas así teniéndolo todo a mano. En ambos casos, el problema siempre sigue siendo el mismo: ¿qué es ese todo? La excelencia del diferente puede ser igual de dañina que la del líder y superdotado que siempre se muestra como un rey sol divino, porque en ambos casos, transitamos por la senda de la desgracia más profunda e insondable: la búsqueda de una felicidad perpetua y permanente que no existe.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.