Marion

Publicado el 24 abril 2017 por Vigilis @vigilis
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas de 2017 ocurrió lo que más o menos se esperaba por las encuestas. El sistema francés posibilita un escenario electoral muy dividido en una primera vuelta en la que los candidatos extreman sus posturas para diferenciarse y una segunda vuelta donde tienden más hacia el consenso para obtener apoyos de votantes de otros partidos. En esta ocasión han pasado a la segunda vuelta el liberal Macron y la nacionalista Le Pen. Los dos polos antagónicos del actual eje político.

Estos chistes nunca dejarán de hacerme gracia. En descargo de los franceses diré que llegaron a entrar en territorio alemán al comienzo de la guerra mientras los alemanes estaban peleando en Polonia. Lo malo es que luego se replegaron para no provocar hostilidades innecesarias.  En mayo del 40 las primeras unidades alemanas en entrar en Francia fueron ciclistas de control de tráfico guiadas por los mapas de la (francesa) guía Michelín.

Esta campaña electoral fue bastante penosa en general, salpicada por asuntos judiciales y llena de adjetivos cortos para caber en tuit-tulares. Las opciones en disputa se pueden resumir en dos grandes bloques: Le Pen y Melenchon por un lado (aviso: paso de poner tildes francesas, esas baguettes de la ortografía, pálidas y blandas) y Macron y Fillon por el otro.

El fracasado candidato del PSOE francés agradece el apoyo de la Ana Belén francesa. Good job!

Abro paréntesis para comentar lo del PSOE francés. Un 6% para los socialistas. Una caída del 28% al 6% en cinco años. La pasokización de los partidos socialdemócratas (en Portugal, España y Francia se les llama socialistas por tradición política, es igual: si da leche y dice mu es una vaca) ya no es una tendencia o un ciclo, es una confirmación. La crisis de la socialdemocracia no es una crisis sino una condición crónica. Y esto tiene una parte que me hace gracia porque los únicos que no lo ven o se niegan a verlo son los propios socialdemócratas. Ahora mismo tiene lugar una lamentable campaña de primarias en el PSOE y uno ve cómo caen por un acantilado y mientras caen —esto es impresionante— aún tienen tiempo de sacar una pistola e irse pegando tiros en el pie.
Como decía, pese a haber varias candidaturas avaladas por los principales partidos, en realidad existen dos bloques. Por el bloque a favor de la UE, de la OTAN, del libre mercado y de los derechos civiles tenemos a Fillon, del partido conservador, que se pasó la campaña visitando a un juez y a Macron que fue ministro de economía con Manuel Valls y creó su candidatura ex novo. Por el bloque del proteccionismo, de Rusia, de las fronteras y de recortar los derechos civiles tenemos a Marine Le Pen que no va a gasear a los maricas porque tiene muchos amigos maricas (en serio, esta campaña dio mucha pena) y a Juan Lucas Melenchon cuyo ideal político es la narcodictadura venezolana.

En realidad el problema es que representáis la sombra oscura que acecha tras el umbral.

Como no podía ser de otra forma al final pasa a la segunda vuelta un candidato de cada bloque. Las casas de apuestas a dos semanas de las elecciones le dan un 80% de posibilidades al liberal y los primeros sondeos (Ipsos) pronostican un resultado del 62% para Macron y del 38% para Le Pen. Parece que la cosa está hecha, pero después de Trump el partido no se gana hasta que el árbitro pìta el final y recordemos que Le Pen es el Barça de la política así que puede pasar cualquier cosa.
No puedo evitar hacer un comentario sobre la purrela que es y la vergüenza que da una parte de nuestra clase política. En concreto me refiero a los chavistas españoles, esa gente que sorprendentemente puede participar en política por nuestra extremadamente garantista (y robusta) Constitución. Tristes por las bajas expectativas de victoria de su bloque andan jugando ahora a la mezcla de etiquetas. Así por ejemplo, ponen en el mismo cajón a los dos candidatos y hablan de una elección entre la "derecha de la austeridad" y la "derecha xenófoba". Las dos derechas que se distinguirían solo por un epíteto. Vamos, que a veinte metros son prácticamente indistinguibles. Este es su jueguecito. Este es el jueguecito de los que constantemente votan junto a Le Pen en el Parlamento Europeo y de los que no hacen ascos a masturbar por puro vicio a los nacionalistas españoles (a nivel provinciano no andamos escasos de lepenes).
Para ir acabando y como no quedo harto si me quedo con lo efímero, quiero ir un poquito más allá y mirar a largo plazo. Pongamos que los dos bloques han tenido unos resultados del 44% para Macron y del 41% para Le Pen. Bien, no sé qué va a pasar dentro de cinco años, pero dentro de diez no puedo descartar que se presente la sobrina de Le Pen. Y entonces sí que va a haber un problema. No sé si tenéis localizada a la zagala.

Queda poco para que la candidata de los populistas parezca alguien que puedes invitar a comer a tu casa. Os parecerá una tontería, ya está Pablo con sus cosas, etc. Bien, hoy esta "tontería" lo es todo. Especialmente en política. Seguro que vosotros os creéis ciceronianos senadores de la república y solamente votáis racionalmente en función de los programas o tácticamente en función de las posibilidades de cada candidato. Vosotros no sé, pero la gente no vota así. Dice que vota así pero en realidad no lo hace. Una campaña política es el márketing extremo y el márketing va de estética. ¿A qué viene gastar todos esos millones en productos de belleza, gimnasios, dietas, retoques en revistas, etc, si luego la apariencia "no importa"? Existe lo que se ve, existe lo que no se ve y existe lo que nos negamos a admitir que vemos. Una diferencia del 3%. Nos quedan diez años y el reloj, testarudo, no para.