Una lágrima que recorre el fino rostro de porcelana es lo único que le recuerda cada día los mejores años, llenos de ilusiones y esperanzas, que fueron quedando olvidados en el camino. Ese camino de sometimiento que eligió seguir cuando aquella cara varonil y atractiva aún la miraba con respeto y adoración; cuando aún no sabía que comenzaría a mutar en el monstruo sin alma que luego la encerró sin ninguna contemplación tras esas rejas de cristal.
Aun así, él jamás pudo matar su capacidad de dar vida a la fantasía ni evitar que sus lágrimas se convirtieran en mariposas libres.