En Orcasitas, en el interior del parque de Pradolongo hay una ruina que destaca por su inesperada presencia y por su lamentable estado. Los más viejos de la zona la conocen por la iglesia rota. Durante la Guerra Civil sufrió desperfectos y en estos momentos se cae de lo mal conservada que está.
La iglesia se llama Maris Stella y se construyó entre 1920 y 1930 por un arquitecto cuya identidad se desconoce. Antes de que existiese el parque de Pradolongo, inaugurado en 1983, esta zona frente a Meseta de Orcasitas, entre las carreteras de Toledo y Andalucía, detrás de la clínica 12 de Octubre, fue el germen del barrio de Orcasitas.
Sus pobladores, llegados de Castilla-La Mancha y de Extremadura, ante la ausencia de viviendas, fueron ocupando el campo y construyendo ahí sus elementales moradas. Muchos trabajaban en las incipientes industrias cercanas de Villaverde o se trasladaban a Madrid para ejercer sus ocupaciones.
Cúpula de pizarra, con cimborrio y en lo alto un gallo de la iglesia de Maris Stella. (Foto: E. F. Rojo, 2011)
Al parecer, la iglesia, que tiene una superficie de 238 metros cuadrados y es propiedad del Ayuntamiento de Madrid, pudo ser una ermita mandada a construir por los propietarios de los terrenos, de apellido Orcasitas. Su consagarción como iglesia de culto la recibió en los años 60, después de ser remodelada y consolidada, tras las heridas de la guerra civil. El edificio es de arquitectura simple de ladrillo, con cubierta de teja y en el centro una cúpula de pizarra, con cimborrio y en lo alto un gallo. Con la remodelación de los barrios de Usera, la desaparición de las chabolas que la circundaban y la construcción del parque, en los años 80 del siglo XX, la iglesia se abandonó. (Ver web de la AV de Orcasitas)
En enero de 2011, después de alguna disposición anterior, el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid aprobaba una modificación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Madrid para permitir la rehabilitación de la iglesia de Maris Stella, incluyéndola en el Catálogo de Edificios Protegidos de Madrid, aunque sin fecha cierta para su ejecución. El edificio podría destinarse a uso de equipamiento público, con fines culturales o deportivos.
De momento, la presencia de furtivos moradores de aspecto tan decadente como la propia iglesia hacen que su interior cobre vida. Al tiempo, en una relación simbiótica, sus muros conceden abrigo e intimidad, apagando el silencio y amplificando el vocerío que sus estancias vacías dejan escapar de vez en cuando.